Capítulo escrito por el autor para el libro "La Marcha de las X horas. 1925-2025",
de Carlos Muñoz-Repiso, que fue presentado en la sede de la Sociedad
Deportiva de Alpinismo Peñalara el pasado 2 de octubre
Dentro del mundo del guadarramismo casi todos identifican o al menos habrán oído hablar de la Fuente de la Canaleja, una de las fuentes más hermosas y populares de la Sierra de Guadarrama, pero pocos conocen sus humildes y confusos aunque interesantes orígenes. Convertida ya de por sí en un icono visual dentro del patrimonio hidráulico de la Sierra de Guadarrama, al igual que la Fuente Cossío y la Fuente de los Geólogos, su simbolismo y sus valores culturales quedan acreditados todavía más al estar situada en el entorno de La Granja de San Ildefonso y los Montes de Valsaín, una zona que guarda un conjunto de fuentes históricas y manantiales verdaderamente único, como resultado de la abundancia de agua y de la condición de Real Sitio que ostentan los parajes que la rodean, en los que los reyes han entretenido su ocio desde hace al menos cinco siglos.
![]() |
La Fuente de la Canaleja es un icono visual y un elemento importante del patrimonio hidráulico de la Sierra de Guadarrama (fotografía de Carlos Muñoz-Repiso) |
Podemos contar por centenares las fuentes históricas de todo tipo que enriquecen estos maravillosos parajes. Son cerca de una treintena las monumentales y universalmente conocidas que adornan los jardines del palacio de La Granja, todas ellas encargadas por Felipe V a los escultores franceses René Frémin, Jean Thierry, Hubert Demandre, Pierre Pitué y Jacques Bousseau, e inspiradas en la mitología clásica. A ellas hay que sumar las innumerables, anónimas y sencillas fuentes más o menos artísticas o simplemente rústicas y naturales de distintas épocas, alimentadas por manantiales o caceras y situadas tanto en los jardines, como en el casco urbano o en los alrededores de de La Granja. También las de los Montes de Valsaín, en especial las que jalonan la carretera que sube al puerto de Navacerrada desde el Real Sitio de San Ildefonso.
Una de estas últimas es la erróneamente llamada «Fuente de la Canaleja», situada junto al Puente de la Cantina que cruza el arroyo del puerto del Paular poco antes de remontar la primera de las Siete Revueltas de la carretera del Puerto de Navacerrada, y cuya denominación auténtica es «Fuente del Peñón», ya que la verdadera Fuente de la Canaleja está situada a unos cientos de metros por encima siguiendo la vereda del mismo nombre que entronca con el viejo camino del puerto del Paular, en el tramo que comunica el puente con la pradera de Vaquerizas. Además del nombre, también le ha robado parte del agua, que mana de una grieta entre las rocas y se recoge en una arqueta para ser conducida hasta su segundo emplazamiento a través de una tubería.
La Fuente del Peñón, como así debería ser llamada por ser este su verdadero nombre, según sostiene Ignacio Maderuelo en su libro Fuentes de los Montes de Valsaín y su entorno, es de factura muy sencilla, aunque dentro de la sencillez general de las fuentes que jalonan la carretera del puerto de Navacerrada en su ascenso desde el Real Sitio de San Ildefonso es una de las más artísticas y elaboradas, después de la Fuente de los dos Caños situada entre la Boca del Asno y la zona recreativa de Los Asientos. La Fuente del Peñón, o de la Canaleja, muestra una encantadora combinación de rusticidad y delicadeza en sus formas, como intentando armonizar el variopinto paisaje humano que en ella confluía en las jornadas atravesando el puerto: por un lado la realeza y su séquito de nobles, ministros y petimetres, y por otro el pueblo llano encarnado por arrieros, carreteros, pastores y otros personajes asociados al mundo caminero, el que arrostraba de verdad el desafío cotidiano de cruzar la sierra amparándose en refranes tan sonoros, resignados y llenos de fuerza como Ajo crudo y vino puro pasan el puerto seguro. La fuente en realidad es un simple abrevadero para las caballerías y la yuntas de bueyes utilizadas como tiro de los numerosos carruajes que transitaban por esta carretera, pero rematado, como si fuera el ático de un retablo barroco, por una delicada estela trilobulada labrada en granito desde la cual se vierte el agua a través de dos tazas de factura más rústica, también labradas en piedra berroqueña.
Al contemplar esta hermosa fuente surgen inevitablemente las preguntas sobre su origen y quién la diseñó. No es fácil encontrar las respuestas, pues apenas existen datos ni referencias sobre ello y sólo cabe aventurar hipótesis; su situación en una explanada junto al
puente de la Cantina, construido en el siglo XVIII por el arquitecto Juan de Villanueva para cruzar el arroyo del puerto del Paular(1) como parte de la infraestructura de la carretera de Villalba a La Granja (hoy M-601 o CL-601), podría hacer pensar en la misma autoría, aunque ello es, como veremos, demasiado suponer.
Sería muy atractiva y sugerente esa hipótesis de que la Fuente del Peñón pudiera ser obra de Villanueva, pero queda completamente descartada, porque tal como la conocemos hoy la fuente parece ser el resultado de una serie de añadidos improvisados muy posteriores a la construcción del puente y la carretera, obras que se iniciaron en 1778, durante el reinado de Carlos III, para sustituir el milenario camino de la Fuenfría como vía de acceso a Segovia desde la vertiente meridional de la sierra. Incluso si se pudiera dar por cierto que la fuente se construyó al principio de las obras en otro emplazamiento, como parte de las infraestructuras de la carretera, sería imposible atribuirla al gran arquitecto neoclásico tan sobrio y elegante en su estilo y sus formas, que por supuesto no se ocuparía directamente de estos elementos arquitectónicos menores como son las fuentes y abrevaderos, y que además estaba en aquellos años sobrecargado de trabajo, no sólo por las obras que realizaba como arquitecto de los Reales Sitios, sino también por los innumerables proyectos que estaba ejecutando en la Corte, como el gran edificio destinado a Real Gabinete de Historia Natural, hoy Museo del Prado. Ni siquiera sería aceptable la otra hipótesis de que fuera diseñada por alguno de sus colaboradores más cercanos, como fueron por ejemplo Juan de la Milla y Pedro Fraga, que trabajaron en el gabinete de Villanueva durante muchos años como delineantes.
No hay referencia alguna a esta fuente en la Descripción de los Reales Sitios de San Ildefonso, Valsaín y Riofrío, publicada por José Fagoaga en 1845. Tampoco se menciona en la relación de fuentes naturales del Pinar y las Matas incluida en la Guía y Descripción del Real Sitio de San Ildefonso, publicada en 1884 por los ingenieros de Montes Rafael Breñosa y Joaquín María de Castellarnau. Por todo ello, lo más probable es que la Fuente del Peñón sustituyera a comienzos del siglo XX a la primitiva de la Canaleja, de la que, como ya hemos visto, tomó su vieja denominación además del agua ‒una verdadera suplantación de identidad‒, conduciéndose parte de su caudal a través de una tubería hasta su emplazamiento actual junto al puente de la Cantina, y dotándola entonces del gran pilón de granito para servir de abrevadero a los tiros de los carruajes y las caballerías de los muchos viajeros que se detenían en la inmediata Venta de los Mosquitos. Así lo confirma el hecho de que no figure en la relación de fuentes del pinar en la mencionada guía de Breñosa y Castellarnau publicada en 1884, y que en el Plano geométrico del término municipal de San Ildefonso de 1905 aparezca todavía con su nombre y su primitiva ubicación. La estela y las dos rústicas copas de granito que lo coronan como ornamento serían también añadidas entonces, aprovechando quizá los restos de otras fuentes preexistentes, hipótesis que avalan las diferentes facturas de las piezas y la distinta técnica con que fueron labradas. Estos añadidos improvisados y sin demasiadas pretensiones artísticas sorprendentemente dieron magia y verdadero encanto al conjunto de la fuente, al lograr su perfecta integración en el paisaje visual y sonoro circundante, aunque hoy el sonido del agua que cae al pilón desde las dos copas de piedra esté apagado a menudo por la contaminación acústica de una carretera cada vez más saturada por el tráfico.
Este hermoso paraje, lugar de parada para todo tipo de viajeros a lo largo del tiempo, se ha ido cargando así de valores culturales hoy muy arraigados en el acervo sentimental del guadarramismo, y no sólo por la fuente, sino también, con más motivos, por el puente de
Villanueva, cuyas grandes proporciones y magnífica factura sólo pueden ser apreciadas desde su base en el cauce del río. Diremos además, como detalle curioso, que el gran puente conserva los huecos dejados por el arquitecto en la bóveda del arco para colocar cargas de pólvora y poder ser volado ante la hipotética amenaza del paso de un ejército enemigo. Una voladura que se planteó de forma real durante la invasión napoleónica, y más tarde, ya en la ficción, tras la guerra civil española, en la novela de Ernest Hemingway Por quién doblan las campanas. El gran novelista y Premio Nobel norteamericano pudo visitar y conocer tardíamente este paraje donde situó el relato principal de su novela en una excursión realizada a La Granja en junio de 1953, pues durante su estancia en el frente del Guadarrama en abril de1937, siendo corresponsal de guerra, no pudo ver el puente ni la fuente, al estar situados tras las líneas del ejército rebelde, que cerraba el paso de aquel con un infranqueable nido de ametralladoras. A uno se le antoja pensar que en aquella visita posterior a la aparición de su novela ‒un auténtico best seller mundial publicado en 1940‒ quizá se le ocurriera refrescar en la Fuente del Peñón la botella de vino con la que brindó bebiendo a morro bajo el puente, sin ningún protocolo, con su amigo y chófer Adamo Simon, según nos muestra una curiosa y poco conocida fotografía perteneciente a una serie de varias muy similares tomadas en aquella ocasión.
![]() |
Ernest Hemingway bajo el Puente de la Cantina en 1953 (Archivo de la John Fitzgerald Kennedy Presidential Library and Museum. Boston) |
En su completo inventario titulado Fuentes de los montes de Valsaín y su entorno, Ignacio Maderuelo cifró el caudal de la Fuente del Peñón, medido en pleno estiaje de finales de agosto de 2009, en 1 litro cada 4,5 segundos, y la temperatura del agua en 12°C. Lo suficientemente fresca y cristalina como para hacer detenerse allí a cientos de personas, que hacen cola para recogerla accediendo por unos escalones al chorro que cae rumoroso desde las copas de piedra. Hoy, perdida su función de abrevadero, la fuente del Peñón, o si se prefiere «de la Canaleja», está defendida por grandes mojones de granito del acoso de los cientos de motocicletas y automóviles que allí se detienen a lo largo del año. Esperemos que algún día, gracias a un largamente esperado Plan de movilidad para el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama que ponga coto al uso desbocado del vehículo privado para atravesar los puertos con fines turísticos, se pueda recuperar lo mucho que pierde el paisaje sonoro creado por el rumor de la fuente en este lugar. Los sonidos del agua, desde el fragor de las cascadas, el eco lejano del fluir de los arroyos traído por el viento, hasta el murmullo cristalino de las fuentes, son sólo una pequeña parte del patrimonio sensorial de este entorno, un patrimonio propio de la que nuestro gran amigo el naturalista y sonidista Carlos de Hita denomina «la Sierra Manantial», y que él, habitante y caminante antiguo de estos parajes, ha catalogado, nos ha mostrado y nos ha enseñado a amar como nadie.
Casi todos los visitantes que entran al corazón mismo del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama desde cualquiera de sus dos vertientes por esta su principal y quizá más espectacular vía de acceso ven esta fuente fugazmente, sin detenerse. Y del puente apenas pueden vislumbrar los robustos pretiles de piedra, rematados hace poco por una fea barandilla metálica en aras de la seguridad pública. Para conocer bien el paraje y no saturarlo todavía más hay que hacerlo caminando, como tantas veces han hecho los participantes en la Marcha de las X Horas. Y si se viaja en vehículo a motor, por ese mismo motivo, no seré yo quien diga que merece mucho la pena tomarse el tiempo alguna vez y pararse a contemplar detenidamente, si se puede, uno de los rincones cargados de historia más transitados pero a la vez menos conocidos de la Sierra de Guadarrama.
_______________
1. Aunque sobre el puente hay un cartel indicador que informa que se está cruzando el río Eresma, el arroyo del Puerto del Paular no se convierte en el río Eresma hasta unos cientos de metros aguas abajo, tras confluir con el arroyo del Telégrafo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario