Uno de los más notables fenómenos sociales de los últimos años en el mundo de deporte ha sido la eclosión del running, una variante modernizada y adaptada al mercado actual de lo que no hace tantos años se denominaba footing, o lo que en román paladino se llama simplemente «correr». En muy poco tiempo ha sido abrumadora la proliferación de las clásicas carreras populares que transcurren por las principales avenidas de las más importantes ciudades del mundo, ya sean maratones, medias maratones o millas urbanas, llegándose a concentrar en algunas de ellas cantidades desorbitadas de corredores. También se ha puesto de moda correr en muchedumbre por las laderas del Mont Blanc ‒donde se congregan unos siete mil corredores y más de treinta mil espectadores en el Ultra Trail que se celebra allí todos los años‒, a través del desierto del Sahara, en las selvas de Costa Rica, por la tundra de Alaska, sobre la Gran Muralla china, o incluso echando los bofes cuesta arriba por las escaleras de algunos grandes rascacielos, como el Empire State Building. Y es que cuanto más renombrados, mediáticos, remotos, sorprendentes e inaccesibles sean los escenarios de las carreras más demanda hay para correr en ellas y más beneficios reportan a los organizadores con la venta de dorsales. Por decirlo de otra forma, y ya que hablamos de correr, las empresas relacionadas con el running sí que corren que se las pelan en pos de este apetitoso pastel, y la que no corre vuela en la creación de nuevos y cada vez más sofisticados productos que permitan ampliar su cuota de mercado. Un buen ejemplo de ello es la última moda que han implantado los técnicos en marketing de este deporte: nada menos que correr hacia atrás, lo que en inglés se denomina reverse running. Al imaginar a los corredores de esta modalidad deportiva en pleno esfuerzo, con el cuello girado hacia la espalda y el rostro congestionado por la falta de aire, surge inevitable la pregunta sobre cuál será la próxima genialidad que se sacarán de la manga los que manejan la mercadotecnia del running en su empeño de ganar adeptos para este deporte convertido casi en religión.
La organización de estas carreras populares suele correr por cuenta de empresas privadas, sociedades y federaciones deportivas, ayuntamientos, franquicias e incluso organizaciones no gubernamentales de carácter solidario, y están patrocinadas casi siempre por conocidas marcas comerciales. A su alrededor se mueve todo un entramado de empresas, unas dedicadas a la fabricación y venta de ropa, calzado y alimentación especializada para runners, y otras a la organización de las competiciones y los viajes asociados a ellas, al entrenamiento físico, al marketing... El negocio mueve en España muchos cientos de millones de euros anuales, cifra que se va incrementando anualmente a medida que crece el número de aficionados.
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Elegir los escenarios más renombrados y simbólicos es una de las claves para el éxito en el negocio del running. En la foto, dos corredores en el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama con el fondo del macizo de Peñalara
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