Dentro de los círculos relacionados con la conservación de la Naturaleza a nadie se le escapa que no corren buenos tiempos para la Red Española de Parques Nacionales. Por una parte, la polémica sentencia dictada en 2004 por el Tribunal Constitucional, que otorgó la gestión de estos espacios a las comunidades autónomas, y por otro, la nueva política emprendida por las administraciones, que da prioridad a los usos turísticos y recreativos en los espacios naturales protegidos, ignorando criterios de conservación hasta ahora aceptados por consenso, son factores que provocan el escepticismo en muchos de los que nos movemos dentro del agitado mundo de la conservación. Pero a pesar del desánimo que nos invade, uno se resiste a dar por periclitada a una red que incluye a los espacios más valiosos de la Naturaleza española, cuya funcionalidad y viabilidad a largo plazo podrán estar en entredicho pero que goza todavía de un gran prestigio en todo el mundo bajo los auspicios de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Transcurridos ya tres meses desde la declaración del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama, leo en una reciente noticia publicada en el diario ABC que el Organismo Autónomo de Parques Nacionales (OAPN) y la Comunidad de Madrid quieren dar visibilidad al nuevo espacio protegido con la colocación de carteles indicadores en las autovías A-1 y A-6, que invitarán a disfrutar al visitante de los «alicientes gastronómicos, culturales e históricos que ofrece».
Lo de los «alicientes gastronómicos» no merece ni siquiera un comentario en esta bitácora, pero ya que hablamos de «visibilidad», respecto a lo cultural y a lo histórico me voy a permitir proponer aquí al OAPN, a la Comunidad de Madrid y a la Junta de Castilla y León una iniciativa mucho más ambiciosa que la quizá obligada pero poco imaginativa instalación de carteles indicadores en las autovías de acceso. Como verá quien tenga la paciencia de seguir leyendo, la idea que voy a sugerir a continuación tiene muchas ventajas: es sumamente atrayente, nos viene casi impuesta por razones culturales, históricas e incluso diplomáticas, y puede hacer visible al Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama mucho más allá de Collado Villalba o San Agustín de Guadalix, prácticamente en la otra punta del planeta.
Dentro de unos pocos meses, el 17 de febrero de 2014, se cumplirá el 250 aniversario del nacimiento de Felipe Bauzá y Cañas (1764-1834), un marino y geógrafo ilustrado que en tiempos de Carlos IV participó en la famosa Expedición Malaspina y que, curiosamente, fue explorador y descubridor de lo que hoy son dos parques nacionales situados en las mismísimas antípodas el uno del otro: el Fiordland National Park de Nueva Zelanda y nuestro recién estrenado Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama. Para una aproximación a la apasionante biografía de este personaje histórico, remito a este artículo que publiqué hace tres años en la revista Peñalara y en la web de la Sociedad Castellarnau de Amigos de Valsaín La Granja y su entorno, en el que doy cuenta de la sorprendente vinculación que tienen estos dos importantes espacios naturales protegidos a través de la figura de Bauzá y destaco el importante papel que éste desempeñó directa o indirectamente en la obra gigantesca de los dos naturalistas más influyentes de la historia: Alexander von Humboldt y Charles Darwin; nada menos...
Transcurridos ya tres meses desde la declaración del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama, leo en una reciente noticia publicada en el diario ABC que el Organismo Autónomo de Parques Nacionales (OAPN) y la Comunidad de Madrid quieren dar visibilidad al nuevo espacio protegido con la colocación de carteles indicadores en las autovías A-1 y A-6, que invitarán a disfrutar al visitante de los «alicientes gastronómicos, culturales e históricos que ofrece».
Lo de los «alicientes gastronómicos» no merece ni siquiera un comentario en esta bitácora, pero ya que hablamos de «visibilidad», respecto a lo cultural y a lo histórico me voy a permitir proponer aquí al OAPN, a la Comunidad de Madrid y a la Junta de Castilla y León una iniciativa mucho más ambiciosa que la quizá obligada pero poco imaginativa instalación de carteles indicadores en las autovías de acceso. Como verá quien tenga la paciencia de seguir leyendo, la idea que voy a sugerir a continuación tiene muchas ventajas: es sumamente atrayente, nos viene casi impuesta por razones culturales, históricas e incluso diplomáticas, y puede hacer visible al Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama mucho más allá de Collado Villalba o San Agustín de Guadalix, prácticamente en la otra punta del planeta.
Dentro de unos pocos meses, el 17 de febrero de 2014, se cumplirá el 250 aniversario del nacimiento de Felipe Bauzá y Cañas (1764-1834), un marino y geógrafo ilustrado que en tiempos de Carlos IV participó en la famosa Expedición Malaspina y que, curiosamente, fue explorador y descubridor de lo que hoy son dos parques nacionales situados en las mismísimas antípodas el uno del otro: el Fiordland National Park de Nueva Zelanda y nuestro recién estrenado Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama. Para una aproximación a la apasionante biografía de este personaje histórico, remito a este artículo que publiqué hace tres años en la revista Peñalara y en la web de la Sociedad Castellarnau de Amigos de Valsaín La Granja y su entorno, en el que doy cuenta de la sorprendente vinculación que tienen estos dos importantes espacios naturales protegidos a través de la figura de Bauzá y destaco el importante papel que éste desempeñó directa o indirectamente en la obra gigantesca de los dos naturalistas más influyentes de la historia: Alexander von Humboldt y Charles Darwin; nada menos...
Felipe Bauzá y Cañas en un retrato anónimo pintado hacia el año 1800 (Museo Naval de Madrid) |