A mediados del pasado mes de mayo me llamó Joaquín Fernández, el conocido periodista ambiental ‒además de buen amigo‒ al que tanto debe el conservacionismo de nuestro país por razones tan diversas y de tanto peso que es difícil referirlas en esta entrada, aunque lo haremos más adelante. Cuando supe el motivo de su llamada me quedé de piedra, pues no era otro que comunicarme su intención de cederme un pequeño tesoro llegado a sus manos gracias a la autoridad y el prestigio que tiene como uno de los mayores expertos en la historia del ecologismo y la conservación de espacios naturales en nuestro país, además de biógrafo de alguno de los personajes de los que vamos a hablar en esta entrada. Tras escucharle, me di cuenta enseguida del valor de lo que quería entregarme con tanta generosidad: nada menos que una colección de 179 negativos originales de fotografías tomadas en la Sierra de Guadarrama por el geólogo y naturalista Francisco Hernández-Pacheco entre 1917 y 1966, un archivo fotográfico inédito y de gran valor patrimonial que me da pie a escribir estas líneas con el fin de situarlo en el contexto histórico adecuado, y destacar su interés documental en relación con otras colecciones existentes de su obra fotográfica. Vaya por delante mi agradecimiento a Joaquín por esta muestra de confianza.
Eduardo y Francisco Hernández-Pacheco, padre e hijo
En consideración a los lectores de esta bitácora menos informados hay que explicar, aunque sea de forma ajustada al asunto que nos ocupa, quién fue Francisco Hernández-Pacheco, lo que resulta obligado no sólo por haber sido el autor de las mencionadas fotografías, sino también por lo que significan su figura y la de su padre Eduardo Hernández-Pacheco para la historia de la Sierra de Guadarrama. Tras semanas de búsqueda de referencias y fotografías para documentar estas líneas en los archivos del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, y la Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla de la Universidad Complutense, y después de darle muchas vueltas a la cuestión de cómo escribirlas, me ha quedado claro que no es posible hablar de la labor del hijo como fotógrafo sin antes referirse extensamente al padre, porque, tanto en lo relativo al aprendizaje del arte y las técnicas de la fotografía como en otras facetas de su actividad científica, fue su discípulo y colaborador inseparable a lo largo de toda su vida. También porque, de los dos, el padre es hoy el más recordado por su gran legado como geólogo, geógrafo, paleontólogo y naturalista vinculado a instituciones tan relevantes a comienzos del siglo XX como la Real Sociedad Española de Historia Natural y la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, aunque no lo sea tanto en su faceta mucho menos conocida de pionero en el estudio del paisaje a través del objetivo de una cámara fotográfica, interés que le transmitió a su hijo como una más de sus numerosas inquietudes relacionadas con la conservación de la Naturaleza. Otro de los aspectos del importante legado que nos dejó el padre, del que vamos a hablar también en estas líneas, es su impulso a la primera política de conservación de espacios naturales iniciada en España durante la segunda década del siglo XX, de la cual son herederas en cierta medida las que están vigentes en la actualidad tanto en el ámbito estatal como en el autonómico.
Aun así, pienso que la figura de Eduardo Hernández-Pacheco (1872-1965) no está hoy lo suficientemente reconocida fuera del ámbito científico, en especial entre los amantes de la Sierra de Guadarrama, pese a haber sido uno de los guadarramistas de la primera época, defensor de los valores culturales y sociales del naciente excursionismo de carácter pedagógico puesto en boga por la Institución Libre de Enseñanza. Si acaso es apenas recordado por su iniciativa de construir en 1932 la conocida Fuente de los Geólogos junto a la carretera que sube al puerto de Navacerrada, un monumento dedicado a la memoria de Casiano de Prado, José Macpherson, Francisco Quiroga y Salvador Calderón, naturalistas de una generación anterior ‒los tres últimos profesores suyos en la Universidad Central‒ que fueron pioneros en la exploración geológica del Guadarrama e inspiradores ‒en especial Quiroga‒ de su temprana preocupación por la conservación de la Naturaleza. Este acontecimiento que supuso en la época la inauguración de la fuente de los Geólogos, muy recordado por su carácter simbólico, refleja sin embargo sólo una pequeña faceta del legado intelectual y científico que nos dejó Eduardo Hernández-Pacheco como estudioso, defensor y fotógrafo de nuestros mejores paisajes y como ejecutor de los primeros intentos de protección de la Sierra de Guadarrama poco antes del comienzo de la guerra civil.
En consideración a los lectores de esta bitácora menos informados hay que explicar, aunque sea de forma ajustada al asunto que nos ocupa, quién fue Francisco Hernández-Pacheco, lo que resulta obligado no sólo por haber sido el autor de las mencionadas fotografías, sino también por lo que significan su figura y la de su padre Eduardo Hernández-Pacheco para la historia de la Sierra de Guadarrama. Tras semanas de búsqueda de referencias y fotografías para documentar estas líneas en los archivos del Museo de Ciencias Naturales de Madrid, la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, y la Biblioteca Histórica Marqués de Valdecilla de la Universidad Complutense, y después de darle muchas vueltas a la cuestión de cómo escribirlas, me ha quedado claro que no es posible hablar de la labor del hijo como fotógrafo sin antes referirse extensamente al padre, porque, tanto en lo relativo al aprendizaje del arte y las técnicas de la fotografía como en otras facetas de su actividad científica, fue su discípulo y colaborador inseparable a lo largo de toda su vida. También porque, de los dos, el padre es hoy el más recordado por su gran legado como geólogo, geógrafo, paleontólogo y naturalista vinculado a instituciones tan relevantes a comienzos del siglo XX como la Real Sociedad Española de Historia Natural y la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, aunque no lo sea tanto en su faceta mucho menos conocida de pionero en el estudio del paisaje a través del objetivo de una cámara fotográfica, interés que le transmitió a su hijo como una más de sus numerosas inquietudes relacionadas con la conservación de la Naturaleza. Otro de los aspectos del importante legado que nos dejó el padre, del que vamos a hablar también en estas líneas, es su impulso a la primera política de conservación de espacios naturales iniciada en España durante la segunda década del siglo XX, de la cual son herederas en cierta medida las que están vigentes en la actualidad tanto en el ámbito estatal como en el autonómico.
Francisco Hernández-Pacheco, el hijo (RACEFN) |
Eduardo Hernández-Pacheco, el padre (MNCN-CSIC) |
Aun así, pienso que la figura de Eduardo Hernández-Pacheco (1872-1965) no está hoy lo suficientemente reconocida fuera del ámbito científico, en especial entre los amantes de la Sierra de Guadarrama, pese a haber sido uno de los guadarramistas de la primera época, defensor de los valores culturales y sociales del naciente excursionismo de carácter pedagógico puesto en boga por la Institución Libre de Enseñanza. Si acaso es apenas recordado por su iniciativa de construir en 1932 la conocida Fuente de los Geólogos junto a la carretera que sube al puerto de Navacerrada, un monumento dedicado a la memoria de Casiano de Prado, José Macpherson, Francisco Quiroga y Salvador Calderón, naturalistas de una generación anterior ‒los tres últimos profesores suyos en la Universidad Central‒ que fueron pioneros en la exploración geológica del Guadarrama e inspiradores ‒en especial Quiroga‒ de su temprana preocupación por la conservación de la Naturaleza. Este acontecimiento que supuso en la época la inauguración de la fuente de los Geólogos, muy recordado por su carácter simbólico, refleja sin embargo sólo una pequeña faceta del legado intelectual y científico que nos dejó Eduardo Hernández-Pacheco como estudioso, defensor y fotógrafo de nuestros mejores paisajes y como ejecutor de los primeros intentos de protección de la Sierra de Guadarrama poco antes del comienzo de la guerra civil.