A mi amigo el naturalista Carlos de Hita,
que ha reflejado como nadie los sonidos de
la naturaleza ibérica en sus archivos sonoros,
y a quien le debo un lobo...
Hoy quiero hablar en esta bitácora de un polémico asunto relativo a la gestión y a la conservación de la sierra de Guadarrama como espacio natural protegido, sin duda uno de los que más pasiones levanta y desencuentros produce entre tres grupos de presión implicados en él ‒llamémoslos así‒, que son ganaderos, cazadores y conservacionistas. Me estoy refiriendo al regreso del lobo a nuestras montañas tras una ausencia que se ha alargado durante más de medio siglo, asunto del que ya traté hace seis años en un artículo publicado en la revista Peñalara y en la web de la Sociedad Castellarnau.
Para evitar equívocos y confusiones entre los lectores menos informados, voy a iniciar estas líneas partiendo de la premisa incontrovertible de que el lobo ibérico (Canis lupus signatus) es una especie autóctona de las montañas del Sistema Central, a las que ha regresado de forma completamente natural por la expansión de sus poblaciones del norte de la península, y no por pretendidas reintroducciones artificiales, como sostiene una opinión muy extendida entre el sector ganadero. El lobo es tan consustancial a los ecosistemas, al paisaje, a la cultura y a las tradiciones de la sierra de Guadarrama como lo pueden ser, pongamos por caso, el buitre negro, los pinares de Pinus sylvestris o la vaca avileña. Prueba de ello son las numerosas referencias que existen sobre la pasada abundancia de lobos en la antaño denominada cordillera Carpetovetónica, y sobre la lucha que los pastores de la sierra mantuvieron durante siglos contra la entonces temida fiera que destrozaba sus rebaños.
que ha reflejado como nadie los sonidos de
la naturaleza ibérica en sus archivos sonoros,
y a quien le debo un lobo...
Hoy quiero hablar en esta bitácora de un polémico asunto relativo a la gestión y a la conservación de la sierra de Guadarrama como espacio natural protegido, sin duda uno de los que más pasiones levanta y desencuentros produce entre tres grupos de presión implicados en él ‒llamémoslos así‒, que son ganaderos, cazadores y conservacionistas. Me estoy refiriendo al regreso del lobo a nuestras montañas tras una ausencia que se ha alargado durante más de medio siglo, asunto del que ya traté hace seis años en un artículo publicado en la revista Peñalara y en la web de la Sociedad Castellarnau.
Para evitar equívocos y confusiones entre los lectores menos informados, voy a iniciar estas líneas partiendo de la premisa incontrovertible de que el lobo ibérico (Canis lupus signatus) es una especie autóctona de las montañas del Sistema Central, a las que ha regresado de forma completamente natural por la expansión de sus poblaciones del norte de la península, y no por pretendidas reintroducciones artificiales, como sostiene una opinión muy extendida entre el sector ganadero. El lobo es tan consustancial a los ecosistemas, al paisaje, a la cultura y a las tradiciones de la sierra de Guadarrama como lo pueden ser, pongamos por caso, el buitre negro, los pinares de Pinus sylvestris o la vaca avileña. Prueba de ello son las numerosas referencias que existen sobre la pasada abundancia de lobos en la antaño denominada cordillera Carpetovetónica, y sobre la lucha que los pastores de la sierra mantuvieron durante siglos contra la entonces temida fiera que destrozaba sus rebaños.