martes, 18 de marzo de 2014

POLI HERRANZ, EL ÚLTIMO GABARRERO DE SAN RAFAEL

La sierra de Guadarrama es más que naturaleza y hermosos paisajes. De estas montañas secularmente humanizadas, cuyas raíces históricas se van borrando cada vez más en un entorno ya casi periurbano, son también sus gentes. Y nos referimos, por supuesto, no a sus decenas de miles de habitantes, casi todos ellos ciudadanos urbanitas procedentes de Madrid, sino a los pocos supervivientes que quedan de la última generación auténticamente rural que habitó los pueblos serranos, algunos ya convertidos en verdaderas ciudades-dormitorio. Ellos son los depositarios de un legado inapreciable de saberes ancestrales transmitidos de padres a hijos y hoy a punto de perderse, como son las técnicas empleadas en unos oficios practicados en estas tierras desde hace dos mil años, o el conocimiento riguroso de la sierra y de su antigua toponimia. 
          Hace ya unos cuantos meses, en compañía de mi amigo Javier Sánchez, uno de los mejores fotógrafos de Naturaleza que tenemos en España, tuve la oportunidad de entrevistar a uno de estos personajes que sobreviven heroicamente a un mundo que desaparece: Hipólito Herranz, Poli para los amigos, el último gabarrero de San Rafael (Segovia). Poli, un hombre cabal donde los haya, tiene 67 años y lleva ejerciendo el oficio desde que lo aprendió de su padre, también gabarrero. Pero antes que nada habrá que aclarar a los profanos en terminología forestal que la gabarrería era la industria que se encargaba de la corta, la saca y la venta de las leñas de los pinares de la sierra de Guadarrama, una actividad practicada desde tiempos medievales en localidades segovianas como Valsaín, El Espinar y San Rafael y algunas otras de la vertiente madrileña de la sierra. 
          Nuestro amigo nos cuenta cómo, hasta hace cincuenta años, la gabarrería era el oficio más extendido entre los vecinos de San Rafael y su municipio matriz de El Espinar, desde donde bajaban a Madrid cientos de camiones cargados de leña para ser utilizada en fábricas, fundiciones y talleres de todo tipo o vendida al público en las carbonerías como inapreciable combustible para la calefacción en los gélidos inviernos de la posguerra. Otro medio de expedición de las leñas de la localidad era el ferrocarril a través de la estación de El Espinar, de donde partía cargada en vagones hacia más lejanos destinos.

Poli partiendo leña en el monte de Aguas Vertientes. Al fondo, su yegua 
espera pacientemente a ser cargada (fotografía de Javier Sánchez)