Esto de la fusión, semana arriba o semana abajo, de unos simples restos de las nieves del pasado invierno parece una cuestión menor y sin importancia, pero no es así, ni mucho menos. Además de la indudable belleza intrínseca al asunto, la ciencia está muy pendiente de estas diminutas manchas de nieve, y prueba de ello son los trabajos que Julio Muñoz, doctor en Geografía por la Universidad Complutense de Madrid y coautor de un importante estudio biogeográfico sobre los neveros de la sierra de Guadarrama, ha estado realizando sobre el terreno a lo largo de este verano. Estos trabajos consisten en analizar la evolución reciente de la cubierta vegetal (incluidas las especies quionófilas, es decir las querenciosas y adaptadas a la nieve) de estos parajes en donde se forman los neveros, que quedan literalmente sepultados por un denso y pesado manto nival la mayor parte del año. Posteriormente, los datos recogidos en el trabajo de campo se procesan y se confrontan con la información obtenida a través de las fotografías aéreas de la zona tomadas en los últimos 60 años, lo que permite valorar la influencia del calentamiento del clima en la dinámica colonizadora actual de la vegetación. Con la curiosidad propia del naturalista apasionado por estas cosas, me intriga pensar en los muchos secretos que va a desvelarnos mi sabio tocayo Julio sobre un paraje para mí tan especial como es el ventisquero del Ratón, donde ha centrado su trabajo a lo largo de este verano, ya que está completando otro exhaustivo estudio sobre el tema que verá la luz en poco tiempo.
Fuera ya del ámbito científico, en algunos reducidos círculos del guadarramismo más entusiasta por estas cuestiones, reunidos en habitual tertulia en las redes sociales alrededor del Twitter de la Venta Marcelino, incluso se cruzan apuestas sobre cuál será la fecha de la total desaparición de la nieve en la sierra de Guadarrama en este año crucial de su declaración como parque nacional. Los pocos neveros que hasta hace unos días se distinguían con nitidez en la cumbre más alta del Guadarrama apenas se divisan ya a simple vista, y el que tenga que hacer de juez en esta apasionante apuesta deberá hacer guardia junto a los ya insignificantes restos de nieve para dar fe del día y la hora de su completa desaparición.