jueves, 27 de junio de 2013

MARCHA ATRÁS HACIA EL FUTURO: LA DEHESA DE MORALZARZAL

La nueva realidad que se abre a partir de ahora en el entorno de la sierra de Guadarrama tras la entrada en vigor de la ley que declara un parque nacional en una parte sustancial de su territorio va a traer consecuencias de muy distinto alcance en lo relativo a la conservación de este valioso espacio natural en su conjunto. Considerando el cúmulo de amenazas de toda índole a las que está sometido por su proximidad a Madrid, nadie podrá negar que algunas de ellas van a ser necesariamente positivas. Pero, igualmente, nadie puede ignorar que la declaración de este emblemático espacio protegido va a traer consigo, entre otras consecuencias negativas, un estrechamiento del cerco al que están sometidos todos aquellos enclaves naturales con insuficiente o nula protección que hasta ahora han resistido el violento asalto de la urbanización a lo largo del extenso territorio que media entre San Lorenzo de El Escorial y Guadalix de la Sierra. El estallido de la burbuja inmobiliaria sólo va a suponer un alto el fuego pasajero en este asedio, pues los poderosos intereses económicos que han ido extendiendo sus tentáculos alrededor del negocio de la construcción durante los años más duros del ladrillo siguen ahí, agazapados y lamiéndose las heridas causadas por la crisis, pero sin renunciar a recuperar una parte considerable del gran botín que se repartieron hasta el año 2007.
          Y en esta lucha sorda y solapada entre construcción y conservación, hoy se libra una batalla que a mí me parece decisiva por tener lugar en un momento crucial, tras la declaración del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama, y por simbolizar como ninguna otra la resistencia numantina que vienen oponiendo desde hace años miles de personas agrupadas en plataformas vecinales y asociaciones ecologistas al sacrificio de nuestro patrimonio natural y paisajístico en aras del idolatrado becerro de oro del ladrillo. Me refiero, concretamente, a la campaña que hace poco han emprendido cientos de vecinos de Moralzarzal agrupados en la plataforma Salvemos la Dehesa para impedir la construcción de un campo de golf en la llamada "Dehesa Vieja", una reivindicación que tiene antecedentes en iniciativas anteriores similares, como SOS Miraflores y Entorno Escorial, pero ahora en un contexto socioeconómico muy distinto al de hace unos pocos años, resultado del enorme y trágico error histórico que ha supuesto la apuesta por la construcción como el casi único y exclusivo motor de la economía del país por parte de anteriores gobiernos.

Concentración en Moralzarzal en defensa de la Dehesa Vieja (fotografía de Miguel Ángel Soto)
          
          Según me informa mi amigo Miguel Ángel Soto, miembro de Greenpeace y de Salvemos la Dehesa, ya en 1998 el alcalde de Moralzarzal, del partido que gobierna en casi todos los ayuntamientos del piedemonte madrileño de la sierra y artífice de la "marbellización" que ha sufrido este municipio durante los años del boom inmobiliario, solicitó por primera vez la descatalogación de la Dehesa Vieja como monte de utilidad pública con el fin de poder construir el mencionado campo de golf. Los dos directores generales del Medio Natural de la Comunidad de Madrid que se sucedieron en el cargo por aquellos años, Juan del Álamo y Miguel Allúe, ambos ingenieros de Montes, no se prestaron a comulgar con semejantes ruedas de molino y desestimaron las pretensiones del consistorio. Por desgracia, con el tiempo serían sustituidos por otros menos preparados y más dispuestos a transigir con todo lo que trae consigo un deporte que desde hace años causa furor en la cúpula del gobierno regional, y que se pretende utilizar como palanca para levantar el maltrecho sector de la construcción en la Comunidad de Madrid.
          Pero, a pesar de las reiteradas negativas de la Dirección General del Medio Natural, la corporación municipal no desistió en su empeño. El alcalde de Moralzarzal, un gran aficionado a los toros, como cualquiera podrá comprobar al contemplar el desmesurado, pretencioso y antiestético coso taurino que ha edificado en mitad del casco urbano, veía como un gran estorbo para sus propósitos urbanísticos a las inofensivas vacas serranas que pastaban de forma apacible y un tanto anacrónica a las mismas puertas de la pequeña y flamante ciudad-dormitorio de nueva y feísima planta que ha levantado a lo largo de sus dieciocho años de mandato. Como consecuencia, en noviembre de 2003 envió una carta a la asociación de ganaderos de la localidad, en la que les informaba de la prohibición de que el ganado vacuno siguiera pastando en la dehesa a partir de entonces, quien sabe si por considerar este aprovechamiento demasiado rústico para una localidad que presume de modernidad y de un vecindario formado por las clases medias más acomodadas de la región. Se ponía fin así a un uso practicado durante más de seiscientos años y que es consustancial con el paisaje y con las importantes funciones protectoras, sociales y ambientales de este pequeño espacio natural. Los honrados y sufridos ganaderos respondieron presentando alegaciones en contra del proyecto y oponiéndose a que se les impidiera ejercer un derecho del que han disfrutado durante generaciones, pero ante la prepotencia del ayuntamiento sus protestas resultaron inútiles. Hoy, a mediados de la primavera las vacadas de Moralzarzal siguen subiendo todos los años a la sierra de los Porrones y a otros montes aledaños a la Pedriza de Manzanares, pero con la prohibición de aprovechar su tradicional pastadero invernal se les ha hurtado la posibilidad de seguir ejerciendo con libertad su importante papel ecológico en esa ancestral dinámica que supone la trasterminancia ganadera estacional practicada desde tiempos inmemoriales en la sierra de Guadarrama.

Fresnos centenarios en la Dehesa Vieja de Moralzarzal (fotografía de Miguel Ángel Soto)
  
          Los intentos del alcalde de Moralzarzal por desnaturalizar poco a poco los usos posibles de la dehesa y convertirla de este modo en un espacio urbano, y a ser posible "urbanizable" se han venido sucediendo con desesperante reiteración a lo largo de estos últimos quince años. En 2005 se solicitó la autorización de la Comunidad de Madrid para emplazar en su interior el ferial de atracciones mecánicas y una gran carpa recreativa durante las fiestas del pueblo, solicitud que afortunadamente fue denegada por la Dirección General del Medio Natural. Incansable en su empeño, en 2007 la alcaldía solicitó a la Administración regional la exclusión de cinco hectáreas de terreno de la Dehesa Vieja del Catálogo de Montes de Utilidad Pública de la Comunidad de Madrid, con el fin de permutarlas por otros terrenos colindantes para poder edificar, según se decía literalmente, "nuevos centros educativos públicos". Pero nada menos cierto, pues apenas un año después se inició un nuevo procedimiento con el fin de lograr la tan ansiada autorización para construir el campo de golf en la dehesa.
          Tuvieron que pasar cuatro años para que, en abril de 2011, la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio de la Comunidad de Madrid emitiera por fin el informe favorable al proyecto, pero intentando dorar esta píldora con la eufemística denominación de "campo de golf rústico", calificativo que tan difícilmente encaja con un deporte para élites que una gran mayoría de españoles no podemos dejar de asociar, como reacción refleja e instintiva, al modelo económico basado en la construcción que nos ha llevado al desastre. Nada nuevo bajo el sol; es el tan conocido camino neoliberal que va marcha atrás hacia el futuro en dirección a ninguna parte, pero que pasa por encima del paisaje, del patrimonio histórico y cultural, del interés público, de la biodiversidad...
          La Dehesa Vieja de Moralzarzal es un espacio especialmente valioso por constituir los restos del paisaje más armoniosa y naturalmente humanizado de un municipio que concentra en su término una buena parte de los tremendos despropósitos urbanísticos que se han perpetrado en el piedemonte madrileño de la sierra durante los últimos años, y esta situación en primera línea de frente da a la cuestión de su conservación una fuerte carga simbólica y representativa de cara a la decisiva batalla que se va a librar por un urbanismo sostenible en el entorno del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama. Y todavía más simbólica y representativa si tenemos en cuenta que, ya en 2007, el caso de la Dehesa Vieja de Moralzarzal fue presentado ante el Parlamento Europeo por los inspectores de la Comisión de Peticiones enviada a España desde Bruselas, como uno de los ejemplos de la salvaje y alocada política urbanística española que ha terminado por sacudir como un terremoto los cimientos y el futuro del país.

Los valores naturales y paisajísticos de la Dehesa Vieja de Moralzarzal son evidentes (fotografía de Miguel Ángel Soto)

          No esperamos gran cosa del estudio de impacto ambiental exigido al consistorio por la Comunidad de Madrid para dar vía libre definitiva al proyecto, que se va a presentar en estos próximos días en la Consejería de Medio Ambiente, pues la experiencia demuestra que para este tipo de viajes no se exigen muchas alforjas. Por ello, como invitación a la esperanza y como reivindicación de la verdadera modernidad quiero recordar aquí al desaparecido Fernando González Bernáldez, maestro de tantos biólogos, ecólogos y naturalistas españoles, quien nos enseñó a amar las dehesas, y muy especialmente las de la sierra de Guadarrama, como espacios necesarios para el aprovechamiento racional de los recursos naturales y para la educación ambiental de las futuras generaciones. Unas generaciones que ya están aquí, mucho más comprometidas con la conservación del paisaje y la biodiversidad, y que en muy poco tiempo estarán ya preparadas para emprender el camino inverso al tomado por nuestros actuales gobernantes, esta vez hacia adelante, pero sin olvidar nunca la lección de un pasado de pesadilla que quedará ya para siempre simbolizado por las tropelías urbanísticas perpetradas en los municipios del piedemonte de la sierra de Guadarrama.
  

3 comentarios:

Javier Sánchez dijo...

Qué manía tienen de construir campos de golf y desfigurar paisajes tradicionales donde las vacas han sido siempre los legítimos "inquilinos". Menos mal que la crisis ha frenado estos proyectos urbanísticos, pero cuánto tiempo tenemos para frenar estos abusos medio ambientales?...

toño dijo...

Estoy totalmente de acuerdo contigo Julio pienso que el píedemonte esta totalmente desprotegido y es ó debería ser pieza básica para fortalecer la conservación de estos parajes que estamos acabando con ellos para fines puramente lucrativos.
Ya en las bases del tan ansiado Parque Nacional queda en entredicho buena parte de este piedemonte que tan importante es para que las cumbres sean respetadas, empezar conservando lo de abajo es fundamental para preservar lo que está más alto.

Alex dijo...

Impresionante articulo. Imposible describir la situacion de este MUP de mejor manera. Larga vida a este blog!!