Todavía hay un valle
y una tarde serena.
Y lejos una campana
que suena en la serena tarde,
todavía...
(«Todavía», poema escrito por un monje anónimo del monasterio de El Paular)
Hace años escribimos aquí algunas líneas para denunciar proyectos urbanísticos en dos valiosas dehesas de la Sierra de Guadarrama, una en Moralzarzal (Madrid), y la otra en Sotosalbos (Segovia), afortunadamente paralizados a tiempo. Es sabido que los ecosistemas asociados a las dehesas y prados cercados por viejas tapias de piedra, tan ricos en paisajes y biodiversidad, son los más amenazados de toda la sierra por la presión urbanística, pero lo que nunca imaginamos entonces es que justo al cumplirse el décimo aniversario de la declaración del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama (y también del inicio de este Cuaderno de bitácora en el que escribo) hubiera que volver a alertar sobre los peligros que esta vez amenazan al mejor y más representativo de todos ellos: el entorno protegido del monasterio de El Paular. Sin embargo, hacerlo resulta obligado y más necesario que nunca en estos tiempos de retroceso ambiental sin parangón en la historia de la conservación en España, en los que se está desmantelando el entramado legal y administrativo con el que nos habíamos dotado desde los años ochenta del siglo pasado, y en el que se apoyaban las políticas de protección de la Naturaleza y el patrimonio cultural de nuestro país.
En estas últimas décadas hemos ido marcha atrás vertiginosamente. Antes nos resignábamos, como un mal menor, a la realidad de que todo lo que no está protegido está amenazado, pero hemos llegado a un extremo en que las amenazas se ciernen ya sobre lo más protegido precisamente por los valores que guarda, tan tentadores para los que manejan los hilos de las políticas ultraliberales (o incluso no tanto) que están saqueando los bienes comunes tangibles e intangibles en favor de intereses privados o conveniencias electorales: Doñana, el Mar Menor, Canal Roya, por citar algunos ejemplos recientes, y otros muchos que no reciben tanta atención mediática. Esta, más que ninguna otra, es la «marca España» que vendemos en el mundo.