Desde que el autor de estas líneas inició su actividad en el Ayuntamiento de Miraflores de la Sierra, va a hacer ya un año y medio, ha querido mantener esta bitácora escrupulosamente apartada de su labor como concejal, aunque las competencias ambientales y urbanísticas asumidas podrían perfectamente justificar lo contrario. Hoy, sin embargo, me salto por segunda vez esta norma ante la necesidad de explicar un proyecto que he acometido desde el Ayuntamiento con verdadero empeño y que trae consigo serias responsabilidades en relación a la conservación del patrimonio cultural y la memoria histórica de la Sierra de Guadarrama.
Bajo el Álamo transcurrió la vida cotidiana de Miraflores durante varios siglos. A su sombra se reunían los vecinos para comentar las hablillas de cada día o las noticias importantes en tiempos de paz y de guerra, como las hazañas guerrilleras del Empecinado, la pérdida de las colonias americanas o el resultado de las cruentas campañas carlistas. Bajo su copa se sentaba el general Rafael del Riego, que pasó en Miraflores algunos veranos durante la década de los veinte del siglo XIX en la llamada Casa del Moral situada a escasos metros del gran árbol, poco antes de ser ahorcado en 1823 por orden de Fernando VII al finalizar el trienio liberal. También se sentaron a su sombra algunos veraneantes ilustres, como Santiago Ramón y Cajal ‒otro Premio Nobel cautivado por la belleza de los paisajes de Miraflores‒ y su eminente colega y amigo Federico Olóriz. Allí mismo paraban las diligencias en las que llegaban los viajeros procedentes de Madrid, frente a la renombrada fonda Los Álamos donde se alojaban Manuel Bartolomé Cossío y los alumnos de la Institución Libre de Enseñanza en sus excursiones al monasterio de El Paular.
Como ya se ha mencionado, en 1989 el Álamo enfermó de grafiosis, una plaga de origen fúngico producida por el hongo Ceratocystis ulmi, que por aquellos años se extendió de forma masiva por toda Europa causando la muerte de millones de ejemplares de distintas especies de olmos. Sin duda aceleraron su decrepitud las drásticas podas a las que fue sometido durante siglos para evitar que su copa desbordara la plaza «mínima» del Álamo, según la describe el poeta en los versos que dedicó al patriarca vegetal en 1962. A pesar de los intentos de salvarle la vida inyectando productos fungicidas en la albura de su gruesa cepa ‒para lo cual hubo que desmontar el banco circular que lo rodeaba‒ el enorme ejemplar de olmo no consiguió rebrotar en la primavera de 1990, conservándose desde entonces su tronco muerto en el centro de la plaza que lleva su nombre.
En 2002 los restos del árbol se incluyeron en el Catálogo Municipal de Bienes Protegidos recogido en las Normas Subsidiarias como «elemento de excepcional valor y significación cultural y ciudadana», lo que no impidió que en 2006, tras un concurso de ideas, los restos del tronco se impregnaran de barniz y se rellenaran con mortero de cemento mezclado con arcilla expandida, dejando en su interior un gran receptáculo en el que se plantaron arbustos y enredaderas a modo de ramas vivas e instalando dentro un sistema de riego que no hizo sino acelerar el proceso de pudrición de los restos del árbol. Esta desafortunada actuación se completó con la colocación de una escultura de escayola barnizada que representaba a una anciana en ademán de apoyarse sobre el tronco, como alegoría de La Vejez.
El Álamo y la memoria de Vicente Aleixandre
En 1937, ya en plena guerra civil, volvió a recaer en la enfermedad, por lo que su padre tuvo que solicitar un permiso especial para poder salir del Madrid sitiado por las tropas de Franco y trasladar al hijo enfermo a Vistalegre. Allí permaneció varios meses guardando absoluto reposo, sin escribir pero leyendo sin parar en su amplia y soleada terraza abierta hacia el austero paisaje del cerro de San Pedro. Acabada la contienda retomó la pluma y pudo terminar en su casa el libro que está considerado como su obra cumbre, Sombra del paraíso (1944).
En el centro del pueblo
quedaba el árbol grande.
Era una plaza mínima,
pero el árbol viejísimo
la desbordaba entera...
El poeta siguió pasando los veranos en Miraflores de la Sierra hasta el final de su vida, recibiendo el afecto de sus vecinos, orgullosos de tener entre ellos a un Premio Nobel de Literatura. Años después de su muerte su casa, que a punto estuvo de ser derribada al no estar incluida en el Catálogo municipal de patrimonio protegido, fue adquirida por el conocido artista Miguel Rius, quien ha destinado parte de su espacio interior a honrar su memoria. El nuevo propietario organiza allí regularmente actividades culturales relacionadas con la vida y la obra del escritor, como los llamados Encuentros de Vistalegre, cuya primera edición se celebró en septiembre de 2015.
Vicente Aleixandre murió el 13 de diciembre de 1984, y apenas cinco años después el Álamo centenario pasaba igualmente a la historia, «quizá por haberse quedado huérfano de poesía, y no sólo por la grafiosis», como expresa Emilio Calderón en su reciente y premiada biografía del poeta La memoria del hombre está en sus besos. En 2008 se erigió junto a su tronco muerto el busto en bronce del escritor, obra de la escultora Ana Hernando. Los restos del árbol y la memoria de Aleixandre quedaban así material y simbólicamente unidos en el monumento que hoy queremos recuperar de forma definitiva con la reproducción de su nudoso tronco.
¿Por qué hacer un vaciado en bronce del tronco del Álamo?
Sustituir el deteriorado tronco del Álamo de Miraflores por una réplica exacta en bronce ha sido una decisión difícil, arriesgada y muy meditada, pero también controvertida por las acusaciones de haberse tomado sin consultar al vecindario ni a los grupos políticos de la oposición en el Ayuntamiento. Es cierto que se han descartado otras soluciones sugeridas por algunos vecinos de la localidad ‒a los que siempre se ha escuchado con el mayor interés‒, como la convocatoria de un concurso público de ideas para llevar a cabo la propuesta más votada o la plantación en su lugar de otro ejemplar de olmo resistente a la grafiosis. Ante la primera de estas soluciones propuestas se ha tenido especialmente en consideración el riesgo evidente que en estos casos entraña siempre la aplicación rigurosa de la voluntad popular a través de los concursos de ideas. Respecto a la segunda opción, que se reclama por medio de una campaña de firmas en la red, hay que insistir aquí en el hecho cierto e indiscutible de que nuestro viejo Álamo hace ya más de un cuarto de siglo que dejó de ser un árbol para convertirse en un monumento de extraordinaria belleza plástica, con las formas caprichosas y la textura fibrosa y retorcida que sólo son capaces de esculpir en un material noble como la madera esos dos grandes artistas que son la Naturaleza y el lento transcurrir del tiempo, formas que quedarán plasmadas en el bronce con una fidelidad asombrosa por medio de la técnica de fundición en molde de arena. Además, por si lo anterior fuera poco, en la Plaza del Álamo crecen cinco grandes castaños de indias plantados allí tras la muerte del patriarca vegetal y que en no mucho tiempo cubrirán con sus copas casi todo el espacio, lo que dificultaría mucho el desarrollo y la singularización de un nuevo olmo destinado a sustituir al anterior.
Como parte del proyecto plantaremos numerosos ejemplares de olmo resistentes a la grafiosis en otros lugares, y concretamente uno de ellos en la céntrica plaza situada frente a la iglesia parroquial como sustituto del gran ejemplar desaparecido en 1990, pero aquí, en la Plaza del Álamo, no hemos dudado en optar por la reproducción realista del tronco del árbol, ya que es la única solución que nos permitirá no sólo conservar el símbolo como irrenunciable seña de identidad de Miraflores de la Sierra, sino también plasmar para la posteridad su gran belleza plástica en otro material noble y casi eterno como es el bronce. Todo ello lo vamos a llevar a cabo a lo largo del próximo año 2017, en el que se cumple el cuarenta aniversario de la concesión del Premio Nobel de Literatura a Vicente Aleixandre.
Reproducir con este material un monumento de semejante tamaño puede parecer una solución desmedida y pretenciosa, pero nada menos cierto ya que en realidad no se trata de realizar una escultura, sino una fiel reproducción de un objeto natural de gran belleza por medio de la técnica del vaciado, pero que por sus formas complejas y sinuosas alcanzará casi la categoría de arte abstracto más que propiamente figurativo. Vaya aquí por delante el rechazo del autor de estas líneas a la megalomanía urbanística de la que han hecho alarde ciertas corporaciones municipales en los últimos tiempos, llenando las plazas de algunos pueblos de la sierra y no pocas rotondas de las carreteras que les sirven de acceso con verdaderos adefesios estéticos. No es este el caso. Proyectos de esta envergadura, en los que se utilizan técnicas artísticas poco usuales en el medio natural y en el ámbito urbano de nuestros municipios, como es la fundición en bronce, sólo pueden estar justificados por razones culturales y por motivos de conservación del patrimonio, y deberían siempre llevarse a cabo con la mesura y la proporción que aconsejan el sentido común y el respeto por el sobrio paisaje natural de nuestro entorno.
Ante las críticas recibidas procedentes de una parte del vecindario y la campaña de recogida de firmas organizada en la red en contra del proyecto, debemos insistir aquí en que Miraflores de la Sierra no puede permitir que desaparezca uno de los símbolos culturales más arraigados en la memoria colectiva de sus gentes, pero cuya importancia trasciende mucho más allá del ámbito local. Ninguna ciudad europea del siglo XXI dejaría que se perdiera un monumento tan íntimamente vinculado con la memoria de uno de sus vecinos de renombre universal. A ello debemos añadir otras poderosas razones de orden práctico, como que la solución elegida supondrá una importante aportación a la imagen de la localidad, con el consecuente retorno económico que ello trae siempre consigo. Las razones sentimentales, por así decirlo, son también primordiales, y en lo que atañe a la apreciación íntima y subjetiva del paisaje urbano evitaremos la tremenda sensación de vacío que nos produciría un espacio tan familiar como es la Plaza del Álamo sin el espectacular e insustituible tótem que la ha presidido y caracterizado a lo largo de más de tres siglos. El árbol desapareció hace muchos años y no es tiempo ya de hacerle duelo, pero el símbolo merece seguir entre nosotros para siempre.
El Álamo, el enorme olmo
seco que preside una de las plazas más céntricas de Miraflores y constituye una de las señas de identidad de este municipio se muere por segunda vez tras su muerte real y
efectiva causada por la plaga de la grafiosis en 1990. Entonces se decidió conservar su
gran tronco hueco en el lugar donde creció durante más de tres siglos, una decisión controvertida que se tomó frente a las opiniones partidarias de talarlo definitivamente y plantar otro árbol en su lugar. En 2002 se declaró como monumento protegido erigiéndose a su lado, en 2008, un busto en bronce
del poeta y Premio Nobel de Literatura Vicente Aleixandre, quien pasó los
veranos en Miraflores durante toda su vida y dedicó al viejo árbol el poema «El Álamo»,
publicado en 1962 en su libro En un vasto
dominio.
Las casi tres décadas de lluvias, nieves y soles inclementes transcurridas desde entonces han causado un grave deterioro en los restos del árbol, y hace algo más de un año, en
julio de 2015, el grueso muñón de una de las ramas se desgajó del tronco y quedó
colgado apenas por un fragmento de madera, por lo que hubo que apuntalarlo para
evitar posibles accidentes en una de las zonas más transitadas del centro urbano.
Ante el precario estado del monumento tuvimos que reforzar las partes inestables con cinchas y puntales y proteger el conjunto con una cubierta impermeable de
cara a las inclemencias invernales. En un artículo publicado poco después en la
revista municipal, el autor de estas líneas propuso la idea de reproducir en bronce el
tronco muerto del árbol centenario y recuperar así, de forma perdurable, el símbolo más popular y conocido de Miraflores de la Sierra.
Operarios del Ayuntamiento de Miraflores apuntalando los restos del tronco (julio de 2015) |
Protegiendo el monumento contra la intemperie (julio de 2015) |
Instalando un nuevo cerramiento protector alrededor del tronco (mayo de 2016) |
Completando el nuevo cerramiento (mayo de 2016) |
Para llevar a cabo este ambicioso proyecto, que incluirá la reposición del viejo banco circular de granito donde solía sentarse el poeta, quien suscribe ha mantenido varias reuniones con los responsables de la Dirección General de Vivienda y Rehabilitación de la Comunidad de Madrid con el fin de obtener las ayudas que están previstas para la recuperación del patrimonio arquitectónico. Tras casi año y medio de interminables negociaciones y trámites administrativos, corriendo el tiempo a contrarreloj por el riesgo de un deterioro irreversible de los restos del árbol que imposibilitaría su reproducción, aquellas finalmente han sido concedidas a través de la firma de un convenio con el Ayuntamiento por una cuantía que cubrirá los trabajos de vaciado del molde y la fundición de la réplica del monumento en bronce, además de la colocación del mismo en su emplazamiento original.
Artículo en el que se propuso la reproducción del Álamo utilizando la técnica del vaciado. Revista municipal de Miraflores de la Sierra (agosto de 2015) |
Vida y muerte de un patriarca vegetal
No se tienen referencias documentales sobre el origen
de este enorme ejemplar de olmo común ‒también denominado popularmente «negrillo» o álamo
negro‒, aunque si consideramos el tamaño y grosor de su tronco probablemente fue plantado en
fecha anterior a la Real Orden dictada en 1798 por Carlos IV que obligaba a la plantación de olmos en las plazas de los pueblos, a la que se
suele atribuir su origen. El Álamo de Miraflores de la Sierra posiblemente superaba de largo la edad de trescientos años cuando se secó en 1989, ya que la
costumbre de plantar esta especie arbórea en las plazas y espacios públicos se
remonta a tiempos muy antiguos, como prueban numerosas referencias literarias
relativas a los lugares en los que se situaban los olmos como puntos de
encuentro para las gentes de los pueblos. Así, en su novela póstuma Los trabajos de Persiles y Sigismunda,
Miguel de Cervantes hace hablar así a una moza labradora de La Sagra toledana:
‒Vamos con nuestros bailes al olmo, que no se ha de estorbar nuestra fiesta por niñerías…
‒Vamos con nuestros bailes al olmo, que no se ha de estorbar nuestra fiesta por niñerías…
Bajo el Álamo transcurrió la vida cotidiana de Miraflores durante varios siglos. A su sombra se reunían los vecinos para comentar las hablillas de cada día o las noticias importantes en tiempos de paz y de guerra, como las hazañas guerrilleras del Empecinado, la pérdida de las colonias americanas o el resultado de las cruentas campañas carlistas. Bajo su copa se sentaba el general Rafael del Riego, que pasó en Miraflores algunos veranos durante la década de los veinte del siglo XIX en la llamada Casa del Moral situada a escasos metros del gran árbol, poco antes de ser ahorcado en 1823 por orden de Fernando VII al finalizar el trienio liberal. También se sentaron a su sombra algunos veraneantes ilustres, como Santiago Ramón y Cajal ‒otro Premio Nobel cautivado por la belleza de los paisajes de Miraflores‒ y su eminente colega y amigo Federico Olóriz. Allí mismo paraban las diligencias en las que llegaban los viajeros procedentes de Madrid, frente a la renombrada fonda Los Álamos donde se alojaban Manuel Bartolomé Cossío y los alumnos de la Institución Libre de Enseñanza en sus excursiones al monasterio de El Paular.
El Álamo de Miraflores en invierno, hacia 1965 (Archivo municipal de Miraflores de la Sierra) |
El Álamo de Miraflores hacia 1985, todavía conservando su pleno vigor vegetativo pocos años antes de su muerte (Archivo municipal de Miraflores de la Sierra) |
Como ya se ha mencionado, en 1989 el Álamo enfermó de grafiosis, una plaga de origen fúngico producida por el hongo Ceratocystis ulmi, que por aquellos años se extendió de forma masiva por toda Europa causando la muerte de millones de ejemplares de distintas especies de olmos. Sin duda aceleraron su decrepitud las drásticas podas a las que fue sometido durante siglos para evitar que su copa desbordara la plaza «mínima» del Álamo, según la describe el poeta en los versos que dedicó al patriarca vegetal en 1962. A pesar de los intentos de salvarle la vida inyectando productos fungicidas en la albura de su gruesa cepa ‒para lo cual hubo que desmontar el banco circular que lo rodeaba‒ el enorme ejemplar de olmo no consiguió rebrotar en la primavera de 1990, conservándose desde entonces su tronco muerto en el centro de la plaza que lleva su nombre.
En 2002 los restos del árbol se incluyeron en el Catálogo Municipal de Bienes Protegidos recogido en las Normas Subsidiarias como «elemento de excepcional valor y significación cultural y ciudadana», lo que no impidió que en 2006, tras un concurso de ideas, los restos del tronco se impregnaran de barniz y se rellenaran con mortero de cemento mezclado con arcilla expandida, dejando en su interior un gran receptáculo en el que se plantaron arbustos y enredaderas a modo de ramas vivas e instalando dentro un sistema de riego que no hizo sino acelerar el proceso de pudrición de los restos del árbol. Esta desafortunada actuación se completó con la colocación de una escultura de escayola barnizada que representaba a una anciana en ademán de apoyarse sobre el tronco, como alegoría de La Vejez.
El viejo y deteriorado tronco del Álamo en 2006, como monumento a La Vejez (Panoramio) |
El Álamo y la memoria de Vicente Aleixandre
Pero lo que realmente ha convertido en símbolo al
Álamo de Miraflores es su vinculación con la figura del premio Nobel de
Literatura Vicente Aleixandre (1898-1984), que pasó los veranos en Miraflores
de la Sierra desde su juventud hasta el final de su vida y escribió no pocos de sus
poemas sobre el paisaje de los alrededores del pueblo, sus gentes y sus
tradiciones. Entre ellos destaca «El Álamo», incluido en su libro En un vasto dominio (1962), que dedicó
al gran árbol bajo cuya sombra solía descansar en los últimos años de su vida sentado en el viejo banco circular de piedra berroqueña que
rodeaba su tronco.
La relación vital y emocional del poeta con Miraflores de la Sierra fue intensa y continuada. Allí pasó su primer verano en 1910, pero comenzó a frecuentar la localidad de forma regular en 1925, a la edad de 27 años, tras el diagnóstico que se le hizo de una grave
nefritis tuberculosa. Como era preceptivo en la época para curar ese tipo de enfermedades, su médico le prescribió reposo en la sierra, por lo que su padre,
Cirilo Aleixandre, alquiló un «hotelito» de veraneo para alojar a su hijo, que mejoró notablemente tras cinco meses de estancia en el pueblo. En 1931 la enfermedad se le reprodujo con síntomas aún más graves, y
tras sufrir la extirpación de un riñón volvió a Miraflores de la Sierra en julio de 1932,
pero no ya a una casa alquilada, sino a un hotel de nueva planta mandado construir por su padre y bautizado como Vistalegre, en el que volvió a
recuperar la salud y donde escribió algunos poemas que le proporcionaron
definitivo renombre literario tras ser publicados en la Revista de Occidente. Fue entonces cuando comenzó su íntima relación con
otros poetas de la generación del 27, como Luis Cernuda y Federico García
Lorca, a la que siguieron relaciones de amistad con los demás escritores e intelectuales de la llamada «Edad de
Plata» a los que conoció y trató en la Residencia de Estudiantes. En su casa de Miraflores escribió también el
que fue su primer libro, Destrucción o el
amor (1935), un conjunto de poemas que recibió poco después el Premio Nacional de
Poesía.
Vicente Aleixandre en Vistalegre junto a su hermana Conchita (a la derecha de la imagen) y una amiga (AAVA) |
En 1937, ya en plena guerra civil, volvió a recaer en la enfermedad, por lo que su padre tuvo que solicitar un permiso especial para poder salir del Madrid sitiado por las tropas de Franco y trasladar al hijo enfermo a Vistalegre. Allí permaneció varios meses guardando absoluto reposo, sin escribir pero leyendo sin parar en su amplia y soleada terraza abierta hacia el austero paisaje del cerro de San Pedro. Acabada la contienda retomó la pluma y pudo terminar en su casa el libro que está considerado como su obra cumbre, Sombra del paraíso (1944).
Como ya se ha explicado más arriba, Miraflores
de la Sierra y su entorno fueron siempre un poderoso influjo en su vida privada y en su
creación literaria, como para tantos otros escritores coetáneos lo fue en general la Sierra de Guadarrama, herederos todos de
ese guadarramismo intelectual y estético inspirado por Francisco Giner de los Ríos y su labor al frente de la Institución Libre de Enseñanza. El poeta reconocía esta influencia en una
entrevista que concedió el 8 de agosto de 1983 ‒apenas un año antes de su muerte‒ a la emisora Radio Miraflores, respondiendo así a la pregunta que le hizo Fernando Andrés sobre el significado que en su obra habían tenido el paisaje y la naturaleza de Miraflores de la Sierra, en especial la cima de La Najarra y el viejo Álamo, dos de sus símbolos más renombrados:
...la Najarra y el Álamo son manifestaciones
hermosas, vivas, palpitantes de esa naturaleza que yo tanto amo y que veo aquí
simbolizada en la suprema belleza de estos paisajes de Miraflores que me han
dado la vida y me han dado la inspiración…
Los paisajes y los cielos nocturnos de Miraflores fueron gran fuente de inspiración en la obra de Aleixandre (AAVA) |
En su poema «El Álamo», de su ya mencionado libro En un vasto dominio, consagró al viejo olmo centenario como símbolo y monumento para la posteridad:
En el centro del pueblo
quedaba el árbol grande.
Era una plaza mínima,
pero el árbol viejísimo
la desbordaba entera...
El poeta siguió pasando los veranos en Miraflores de la Sierra hasta el final de su vida, recibiendo el afecto de sus vecinos, orgullosos de tener entre ellos a un Premio Nobel de Literatura. Años después de su muerte su casa, que a punto estuvo de ser derribada al no estar incluida en el Catálogo municipal de patrimonio protegido, fue adquirida por el conocido artista Miguel Rius, quien ha destinado parte de su espacio interior a honrar su memoria. El nuevo propietario organiza allí regularmente actividades culturales relacionadas con la vida y la obra del escritor, como los llamados Encuentros de Vistalegre, cuya primera edición se celebró en septiembre de 2015.
Invitación a los Encuentros de Vistalegre, celebrados por primera vez en septiembre de 2015 |
Vicente Aleixandre murió el 13 de diciembre de 1984, y apenas cinco años después el Álamo centenario pasaba igualmente a la historia, «quizá por haberse quedado huérfano de poesía, y no sólo por la grafiosis», como expresa Emilio Calderón en su reciente y premiada biografía del poeta La memoria del hombre está en sus besos. En 2008 se erigió junto a su tronco muerto el busto en bronce del escritor, obra de la escultora Ana Hernando. Los restos del árbol y la memoria de Aleixandre quedaban así material y simbólicamente unidos en el monumento que hoy queremos recuperar de forma definitiva con la reproducción de su nudoso tronco.
¿Por qué hacer un vaciado en bronce del tronco del Álamo?
Sustituir el deteriorado tronco del Álamo de Miraflores por una réplica exacta en bronce ha sido una decisión difícil, arriesgada y muy meditada, pero también controvertida por las acusaciones de haberse tomado sin consultar al vecindario ni a los grupos políticos de la oposición en el Ayuntamiento. Es cierto que se han descartado otras soluciones sugeridas por algunos vecinos de la localidad ‒a los que siempre se ha escuchado con el mayor interés‒, como la convocatoria de un concurso público de ideas para llevar a cabo la propuesta más votada o la plantación en su lugar de otro ejemplar de olmo resistente a la grafiosis. Ante la primera de estas soluciones propuestas se ha tenido especialmente en consideración el riesgo evidente que en estos casos entraña siempre la aplicación rigurosa de la voluntad popular a través de los concursos de ideas. Respecto a la segunda opción, que se reclama por medio de una campaña de firmas en la red, hay que insistir aquí en el hecho cierto e indiscutible de que nuestro viejo Álamo hace ya más de un cuarto de siglo que dejó de ser un árbol para convertirse en un monumento de extraordinaria belleza plástica, con las formas caprichosas y la textura fibrosa y retorcida que sólo son capaces de esculpir en un material noble como la madera esos dos grandes artistas que son la Naturaleza y el lento transcurrir del tiempo, formas que quedarán plasmadas en el bronce con una fidelidad asombrosa por medio de la técnica de fundición en molde de arena. Además, por si lo anterior fuera poco, en la Plaza del Álamo crecen cinco grandes castaños de indias plantados allí tras la muerte del patriarca vegetal y que en no mucho tiempo cubrirán con sus copas casi todo el espacio, lo que dificultaría mucho el desarrollo y la singularización de un nuevo olmo destinado a sustituir al anterior.
Busto en bronce de Vicente Aleixandre situado frente al tronco muerto del Álamo |
Como parte del proyecto plantaremos numerosos ejemplares de olmo resistentes a la grafiosis en otros lugares, y concretamente uno de ellos en la céntrica plaza situada frente a la iglesia parroquial como sustituto del gran ejemplar desaparecido en 1990, pero aquí, en la Plaza del Álamo, no hemos dudado en optar por la reproducción realista del tronco del árbol, ya que es la única solución que nos permitirá no sólo conservar el símbolo como irrenunciable seña de identidad de Miraflores de la Sierra, sino también plasmar para la posteridad su gran belleza plástica en otro material noble y casi eterno como es el bronce. Todo ello lo vamos a llevar a cabo a lo largo del próximo año 2017, en el que se cumple el cuarenta aniversario de la concesión del Premio Nobel de Literatura a Vicente Aleixandre.
Reproducir con este material un monumento de semejante tamaño puede parecer una solución desmedida y pretenciosa, pero nada menos cierto ya que en realidad no se trata de realizar una escultura, sino una fiel reproducción de un objeto natural de gran belleza por medio de la técnica del vaciado, pero que por sus formas complejas y sinuosas alcanzará casi la categoría de arte abstracto más que propiamente figurativo. Vaya aquí por delante el rechazo del autor de estas líneas a la megalomanía urbanística de la que han hecho alarde ciertas corporaciones municipales en los últimos tiempos, llenando las plazas de algunos pueblos de la sierra y no pocas rotondas de las carreteras que les sirven de acceso con verdaderos adefesios estéticos. No es este el caso. Proyectos de esta envergadura, en los que se utilizan técnicas artísticas poco usuales en el medio natural y en el ámbito urbano de nuestros municipios, como es la fundición en bronce, sólo pueden estar justificados por razones culturales y por motivos de conservación del patrimonio, y deberían siempre llevarse a cabo con la mesura y la proporción que aconsejan el sentido común y el respeto por el sobrio paisaje natural de nuestro entorno.
Ante las críticas recibidas procedentes de una parte del vecindario y la campaña de recogida de firmas organizada en la red en contra del proyecto, debemos insistir aquí en que Miraflores de la Sierra no puede permitir que desaparezca uno de los símbolos culturales más arraigados en la memoria colectiva de sus gentes, pero cuya importancia trasciende mucho más allá del ámbito local. Ninguna ciudad europea del siglo XXI dejaría que se perdiera un monumento tan íntimamente vinculado con la memoria de uno de sus vecinos de renombre universal. A ello debemos añadir otras poderosas razones de orden práctico, como que la solución elegida supondrá una importante aportación a la imagen de la localidad, con el consecuente retorno económico que ello trae siempre consigo. Las razones sentimentales, por así decirlo, son también primordiales, y en lo que atañe a la apreciación íntima y subjetiva del paisaje urbano evitaremos la tremenda sensación de vacío que nos produciría un espacio tan familiar como es la Plaza del Álamo sin el espectacular e insustituible tótem que la ha presidido y caracterizado a lo largo de más de tres siglos. El árbol desapareció hace muchos años y no es tiempo ya de hacerle duelo, pero el símbolo merece seguir entre nosotros para siempre.
5 comentarios:
Vaya un gasto de fondos públicos. Lo más natural siguiendo el ciclo de la vida sería plantar uno nuevo
Siendo partidario, en origen, de la plantación de un árbol nuevo, digo que cambiando mi opinión, en aras de entender lo que se ha pretendido con el monumento en bronce y el homenaje al entorno, enriquecido por el homenaje a Paula la pipera, a nuestro ilustre vecino D. Vicente Aleixandre, incluyendo el antiguo banco de piedra, el himno a Miraflores del Maestro Sorozábal, etc.. quedo más que satisfecho con la solución tomada. Enhorabuena a los impulsores y ejecutores de la idea.
Un saludo.
A Juan Carlos Garrido: Después de tantas y tan aceradas críticas, es todo un placer leer tu comentario con el reconocimiento al trabajo de dos largos años para sacar adelante el proyecto. Un saludo cordial
El nuevo Álamo de Miraflores reproducido en bronce fue inaugurado el 12 de junio de 2017. En una entrada a esta misma bitácora hago una detallada descripción de los trabajos de recuperación del monumento
https://juliovias.blogspot.com.es/2017/07/recreacion-de-una-obra-de-arte-de-la.html
Me parece una solución digna y loable, calibrada con juicio y en la estela de ser un buen antepasado. Enhorabuena por su dedicación a la res pública y al legado de Vicente Aleixandre. Saludos
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