domingo, 31 de agosto de 2014

GEMINIANO HERRANZ, EL ÚLTIMO ESQUILADOR A TIJERA DE LA SIERRA SEGOVIANA

El día 11 del pasado mes de mayo el fotógrafo Javier Sánchez y quien esto escribe fuimos a ver a nuestro amigo Geminiano Herranz, el más conocido y popular de los antiguos esquiladores de tierras de Segovia. Para la entrevista que le hicimos, en la que nos contó gran parte de su vida itinerante esquilando ovejas, no pudimos encontrar lugar más apropiado que la casa-esquileo de Cabanillas del Monte, la mejor conservada de toda la provincia gracias a los cuidados de su propietario y también buen amigo Rodrigo Peñalosa, vizconde de Altamira y heredero de la secular tradición ganadera de los marqueses de Lozoya. Todos los años Rodrigo organiza allí una demostración de esquileo a tijera en la que Geminiano imparte una lección magistral sobre la técnica de este antiguo oficio, que desempeñó durante gran parte de su vida y que heredó de sus antepasados, pues no en vano es hijo y nieto de esquiladores.

La gran nave del esquileo de Cabanillas con la solitaria oveja que esquiló Geminiano (fotografía de Javier Sánchez)

          Geminiano nació en 1930 en el pequeño pueblo segoviano de Abades, y se inició en el arte de esquilar a los 15 años, ocupación que alternó con las labores del campo hasta su jubilación. El antiguo oficio de esquilador a tijera era itinerante, como los segadores y tantos otros en el pasado, formándose cuadrillas de diez o doce hombres unidos por relaciones de amistad o parentesco que recorrían las tierras de Segovia desde mediados de abril hasta finales de junio para esquilar los miles y miles de rebaños que hasta hace menos de cincuenta años existieron en la provincia desde los lejanos y esplendorosos tiempos de la Mesta. Con su grupo, formado entre otros por los hermanos Gómez (Francisco, Juan Manuel, Ángel, Constantino y Alejandro), Geminiano partía de Abades y recorría numerosos pueblos de los alrededores de la ciudad de Segovia, como Zamarramala, Valverde del Majano, Marugán, Vegas de Matute, Fuentemilanos, Matamanzano, El Campillo, y otros muchos situados ya en la Vera de la Sierra, como Otero de Herreros, Ortigosa del Monte, Revenga, La Losa, Torrecaballeros, Matabuena, Prádena y Arcones. Tras el esquileo, estos últimos subían a sus majadas de la Mujer Muerta y los montes Carpetanos hasta mediados de octubre. 
          La jornada comenzaba a las seis de la mañana y se prolongaba hasta la caída del sol, y en este tiempo un esquilador experto y buen conocedor de su oficio podía esquilar hasta cincuenta ovejas. Para hacerse una idea del esfuerzo que esto supone no hay más que hacer la prueba e intentar abrirse paso con unas tijeras de las de entonces a través del recio y apretado vellón de una oveja merina, y comprobar cómo le sangran a uno las manos a las dos horas escasas de iniciar la faena.

Geminiano mostrando sus viejas tijeras de esquilar en el esquileo de Cabanillas (fotografía de Javier Sánchez)

          Mientras esquilaba a la oveja churra que le cayó en suerte este año, Geminiano nos iba contando cómo transcurrían las labores del esquileo en sus años de juventud. A las reses se las inmovilizaba atándoles patas y manos con una tomiza de esparto, tarea que realizaban unos operarios llamados ligadores, tras lo cual cada esquilador se santiguaba y murmuraba maquinalmente la antigua letanía utilizada por los esquiladores de Abades desde tiempos medievales: «en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén. Por nuestros antepasados que lo hacían de igual modo…». Tras esta breve jaculatoria se comenzaba a esquilar a la oveja por los cuartos delanteros, o, traducido al argot del esquileo, sacando la paleta, y se iba avanzando hacia la parte trasera con diestros y rápidos cortes de tijera para que el vellón saliera todo de una pieza. Una vez sacado el primer bajo se seguía por los cuartos traseros hasta la cola, o lo que es lo mismo, se bajaba la nalga hasta el coleo. Después se daba la vuelta al animal y se continuaba por el otro costado en sentido inverso, es decir, se sacaba la segunda nalga, y se continuaba con el segundo bajo. Después había que sacar el pescuezo, que era la operación o postura más arriesgada y más temida por los esquiladores, sobre todo por los más inexpertos, dado el peligro de herir a la res con las afiladas hojas de las tijeras en la delicada piel del cuello. Superada esta comprometida postura había que llegar al lomeo y sacar el ramo del espinazo hasta el coleo, donde ya quedaba separado y extendido en el suelo todo el vellón, que recogía el recibidor y doblaba y ataba formando un hato para su almacenaje. Cuando una oveja sufría un corte se le aplicaba en la herida un poco de moreno, que no era otra cosa que hollín de fragua que acercaba un zagal o aprendiz a cada esquilador cuando este lo pedía. Los esquiladores siempre debían estar surtidos de este antiséptico natural, que cambiaban por queso de oveja a los herreros de los pueblos.

Las hábiles manos de Geminiano resolviendo la difícil postura de "sacar el pescuezo" (fotografía de Javier Sánchez)
Geminiano rematando la faena con decisión (fotografía de Javier Sánchez)

          Además del jornal, los amos de los rebaños proporcionaban a las cuadrillas la comida y el alojamiento en los pajares. Así, llevando esta vida itinerante y sacrificada, Geminiano esquiló a tijera centenares de rebaños a lo largo de treinta y cinco años ejerciendo el oficio, y después otros tantos durante catorce años más utilizando ya la máquina de esquilar. Con ella llegó a despachar, ayudado por sus hijos, a más de 20.000 ovejas en una sola temporada. Sus manos sarmentosas lo atestiguan, aunque sorprende comprobar cómo siguen conservando la fuerza y la destreza de cuando era joven.      
          Hoy las labores del esquileo tienen muy poco que ver con las de entonces, y son cuadrillas procedentes de los países del este de Europa, sobre todo de Polonia, las que esquilan una gran parte de los rebaños segovianos y de otras regiones de la península ante la falta de profesionales españoles que quieran seguir con este oficio. Desaparecidos o muy venidos a menos los viejos usos y aprovechamientos de la lana, como la fabricación de mantas y colchones, el tejido de alfombras, la toquillería o la confección de géneros de punto tradicionales, nuestros vellones no pueden competir con los de otros países, como Australia, China o Nueva Zelanda, que han sabido adaptar su producción de lana a las exigencias de un mercado global por medio de una cuidadosa selección genética de razas ovinas, descendientes casi todas de la merina española. Las fibras textiles sintéticas han hecho el resto, y hoy en España se paga la lana a precios que a veces no cubren los gastos del esquileo, aunque desde hace poco tiempo una pequeña parte de la producción de vellones se exporta a China, que necesita importar esta materia prima para abastecer su todopoderosa industria textil, pese a ser el segundo productor mundial después de Australia. Es un tenue rayo de esperanza para el sector lanero español, que vivió tiempos de verdadero esplendor en siglos pasados y que hoy parece condenado a desaparecer. 
          A sus 84 años Geminiano sabe que en unos pocos años se perderá la técnica milenaria de esquilar a tijera, de la que él es depositario y maestro indiscutible en las tierras de Segovia. Por ello, mientras las fuerzas no le abandonen seguirá mostrando su destreza allí donde le requieran, contándonos con sus manos y con su sempiterna sonrisa la humilde historia de los esquiladores segovianos, que contribuyó en no poca medida a escribir la brillante historia del comercio de la lana castellana entre los siglos XIII y XVIII. 

6 comentarios:

Tamarón dijo...

Gracias, Julio, por esta interesante información. Asistí en Cabanillas, invitado por Altamira, al esquileo, hace un par de años. Quedé fascinado y bastante melancólico pensando que todo eso pronto desaparecerá del todo, tal vez incluso realizado con técnicas modernas. Algo de eso preví en mi novela El rompimiento de gloria. Pero ahora me animan tus observaciones, según las cuales por lo menos estamos reanudando las exportaciones de vellones esquilados, eso sí, con métodos modernos, y que las mandamos a China. Ojalá eso ayude a sobrevivir a nuestra ganadería ovina.

Un abrazo de Santiago

Juan Pedro dijo...

Buen personaje y mejor persona Geminiano. La entrada, como siempre muy interesante Julio. Muchas gracias por darnos a conocer nuestro pasado serrano, su problemática actual y a las buenas gentes que lo pueblan. Saludos, JP

Julio Vias dijo...

Querido Santiago, soy yo el que queda agradecido por tu comentario. Sé muy bien que te duele como al que más el maltrato, y el abandono a los que está sometido el mundo rural en España. Qué diferencia con Francia e Inglaterra, que además de cuidar su producción agraria con más proyección internacional no olvidan su agricultura ni su ganadería tradicionales, quizá menos rentables pero que crean paisaje y mantienen cultura. No se trata de volver al pasado, sino más bien de todo lo contrario, aunque es difícil que esto lo lleguen a entender algunos de nuestros más ínclitos administradores.
Y pongo un simple ejemplo: el derribo de las centenarias tapias de piedra de tu querido y precioso entorno del piedemonte segoviano de la sierra, del que tanto nos hemos lamentado en alguna excursión de las que hicimos hace tiempo por la zona.
Otro abrazo para ti

Julio Vias dijo...

Juan Pedro, Geminiano es de esas personas que uno recuerda toda la vida. Gracias y un saludo cordial.

Unknown dijo...

Hola de nuevo estimado Julio y gracias por compartir con todos nosotros la actual situación de uno de los oficios más representativos de nuestra Sierra y también del resto de la Península. Los que directa o indirectamente conocimos estos oficios, y por lo tanto los valoramos en su justa medida, agradecemos artículos o entradas de bitácora como esta, y aquellos que desconocen estas prácticas ancestrales, como las generaciones más jóvenes o los individuos más urbanitas, pueden así también conocer e informarse sobre labores que eran habituales no hace tanto. Por otra parte, me ha gustado saber que al menos continuamos produciendo lana, aunque la exportemos al lejano Oriente, pero en fin, algo es algo. Recibe un cordial saludo.

Raúl Moreno Fernández. Geógrafo, naturalista e historiador.

Anónimo dijo...

MI PADRE TAMBIEN FUE ASQUILADOR TODA LA VIDA SIEMPRE A TIJERA ENTONCES NO HABIA COCHES Y PARA IR A LAS MASIAS HERA MUY PESADO