lunes, 2 de mayo de 2016

UN COMPROMISO INELUDIBLE: RECUPERAR LOS CIELOS NOCTURNOS DEL GUADARRAMA

El impacto de la iluminación artificial sobre el medio ambiente se ha convertido en una preocupación de alcance mundial por sus efectos negativos sobre la biodiversidad, el paisaje natural e incluso la salud humana. Entre los grandes problemas que afectan a la sierra de Guadarrama como espacio natural protegido, quizá éste sea el menos debatido dentro del ámbito de la conservación, razón por la cual quiero dedicarle aquí unas líneas aprovechando que los trabajos de redacción del Plan Rector de Uso y Gestión del Parque Nacional declarado en 2013 se están desarrollando a buen ritmo.
          La contaminación lumínica en la Comunidad de Madrid se ha incrementado en un cincuenta por ciento durante la última década, un dato que resulta sencillamente apabullante y que es el resultado del tremendo crecimiento urbano en toda la región durante los años del boom de la construcción, lo que agrava la inexistencia de una normativa regional sobre este tipo de contaminación con la que sí cuentan otras comunidades autónomas. La magnitud del problema se aprecia echando un simple vistazo al mapa del brillo nocturno del área metropolitana madrileña que reproducimos más abajo, elaborado por Jaime Zamorano, Alejandro Sánchez de Miguel y Jesús Gallego, tres investigadores del Departamento de Astrofísica y Ciencias de la Atmósfera de la Universidad Complutense de Madrid. Según estos astrónomos, desde las calles de la capital de España se podrían ver más de siete mil estrellas en condiciones de ausencia de contaminación lumínica, pero apenas se divisan con claridad medio centenar. Un dato fácil de comprender si consideramos, por poner un ejemplo, que el entorno urbano formado por la Puerta del Sol, la plaza de Cibeles y el eje Alcalá-GranVía es la zona más intensamente iluminada de toda España, lo que ilustra esta fotografía de Stellarium que también reproducimos aquí. Madrid ostenta el poco honroso título de ser la capital de la Unión Europea que extiende su halo luminoso contaminante a más largas distancias, y la primera víctima de ello es la sierra de Guadarrama con todos sus espacios naturales protegidos, con su biodiversidad, sus paisajes y su enorme carga cultural.

A la izquierda, recreación del cielo de Madrid sin contaminación lumínica. A la derecha, el cielo real que se ve sobre la confluencia de Alcalá con la Gran Vía (Stellarium/Antonio García Rodríguez/Wikimedia) 



El enorme halo de contaminación lumínica de Madrid se desborda hacia el norte por las carreteras y las grandes ciudades dormitorio, afectando de lleno a la sierra de Guadarrama (Departamento de Astrofísica de la UCM)












Impresionante visión nocturna desde la cumbre de Cabeza Líjar del mar de luces formado por la gran urbe de Madrid y las ciudades dormitorio que se alinean a lo largo de la autovía A-6 (fotografía de Jesús Pérez Pacheco)




























 
Su majestad la oscuridad de la noche
La oscuridad siempre ha tenido mala fama en nuestra cultura desde que los antiguos griegos consagraran a Erebo como personificación de las tinieblas, una de las deidades primordiales surgidas del caos en el momento de la creación. A pesar de ello vamos a hacer aquí una encendida defensa de nuestra amenazada oscuridad de la noche, tan próxima y maternal por un lado como lejana y temida por otro, tan decisiva e imprescindible para nuestra existencia que llega a marcarnos el ritmo vital desde las circunvoluciones cerebrales más profundas y nos abre los ojos y el conocimiento a las lejanías insondables del Universo.
          Y este inapreciable patrimonio está en riesgo de desaparición. La contaminación lumínica nos está privando a los habitantes del planeta de una costumbre milenaria y profundamente enraizada en nuestro subconsciente cultural, como es la contemplación del firmamento durante la noche, un derecho universal reconocido por la UNESCO en la Carta de los Derechos de las Generaciones Futuras. Uno de los indicadores que suelen usarse para medir esta pérdida es la capacidad de ver la Vía Láctea, la tenue pero inmensa estela de nuestra galaxia formada por miles de millones de estrellas, con la que se orientaban los peregrinos medievales de toda Europa en su camino hacia Santiago. 
          Para ilustrar este profundo arraigo que tiene la contemplación de la Vía Láctea en nuestra cultura recurriremos aquí a la consabida etimología del topónimo Compostela, que deriva de la expresión latina campus stellae«campo de la estrella», la misma que según la tradición se apareció en el año 814 a un ermitaño en el bosque de Libredón y que siguió el obispo Teodomiro hasta descubrir el sepulcro del apóstol. Digamos, como dato indicativo, que en España cerca del setenta por ciento de la población ha perdido ya la posibilidad de ver la Vía Láctea desde sus lugares de residencia, y en el caso concreto de Madrid, la capital europea más contaminante, hay que recorrer casi ochenta kilómetros fuera de la ciudad para verla, mientras que en Berlín, la que menos contaminación lumínica emite a la atmósfera, sólo hay que alejarse una treintena.

La tenue estela de la Vía Láctea se vislumbra cada vez con mayor dificultad desde las cumbres de la sierra de Guadarrama, como se comprueba perfectamente desde la cima de Cabeza Líjar (fotografía de Jesús Pérez Pacheco)  

          La oscuridad de la noche es necesaria como como parte fundamental de la vida al estar regulados los ciclos biológicos, tanto del ser humano como de los animales y plantas silvestres, por la alternancia de la luz y la oscuridad. Gran parte de las especies de fauna, en especial los mamíferos que cazan y buscan su alimento a partir del crepúsculo, llevan a cabo su actividad vital principalmente de noche. Innumerables estudios científicos realizados en todo el mundo han demostrado los efectos dañinos de la iluminación artificial sobre muchas especies de plantas silvestres, sobre todo aquellas cuyas flores se abren durante la noche y cuya polinización depende de algunas especies de insectos nocturnos. Estos daños afectan también a las aves migratorias, que se orientan por medio de las estrellas, y a las rapaces nocturnas, que encuentran graves dificultades para cazar en espacios con exceso de iluminación artificial; también a los murciélagos, cuyas colonias quedan aisladas unas de otras por las barreras luminosas que forman las carreteras, y sobre todo a los insectos, especialmente a los lepidópteros o mariposas, de las cuales más del noventa por ciento son de costumbres nocturnas. En el caso de las luciérnagas o gusanos de luz (Lampyris noctiluca), tan entrañables y características de nuestro entorno serrano, se sabe que una de las causas de la progresiva desaparición de esta y otras especies similares en toda Europa es la contaminación lumínica procedente de las urbanizaciones en expansión, que impiden a los machos encontrar a las hembras entre los numerosos puntos de luz que van proliferando sin control en el medio natural.           

Los cielos nocturnos del Guadarrama                                                                                    En la sierra de Guadarrama y su entorno, un territorio en el que coexisten distintas figuras de protección, entre ellas un parque nacional de reciente declaración, el problema adquiere unas dimensiones especialmente preocupantes a causa de este enorme halo luminoso al que ya nos hemos referido, visible a más de trescientos kilómetros de distancia, como saben bien los pilotos de los aviones que despegan de Valencia o Santander en dirección a Madrid. Y de momento no tiene muchas perspectivas de solución, pues las administraciones poco están haciendo por mejorar la eficiencia de la iluminación nocturna en los municipios serranos más allá de la simple sustitución de luminarias con vistas a rebajar la factura eléctrica. Éstas son sustituidas con criterios poco ambiciosos, utilizando dispositivos LED (diodo emisor de luz) a menudo mal dirigidos y empleando generalmente fuentes de luz blanca fría, es decir, la más contaminante por sus longitudes de onda azul, lo que no hace sino perpetuar el problema en un entorno que forma parte de la zona periférica de protección del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama y de otros espacios naturales protegidos.
          No va a ser fácil encontrar el camino para solucionar el problema de la contaminación lumínica en la sierra de Guadarrama mientras no cambiemos nuestra forma de ver y hacer las cosas, erradicando de nuestro subconsciente esa idea tan arraigada en la sociedad urbana y en las administraciones locales que identifica mayor calidad de vida con el aumento de la iluminación nocturna. Esta forma de pensar es la que ha ido llenando nuestros espacios urbanos, sobre todo los de la vertiente meridional de la sierra, con miles y miles de puntos luminosos superfluos que contribuyen en gran medida a incrementar las emisiones de gases que causan el efecto invernadero y el consiguiente calentamiento del clima, que nos ocultan el cielo durante la noche y suponen un despilfarro de dinero público imposible de asumir que tiene como único resultado iluminar inútilmente las nubes.
          No hay más que cruzar la sierra por el puerto de Guadarrama viniendo desde el norte para apreciar de un simple golpe de vista el brutal impacto de la contaminación lumínica en el piedemonte madrileño, que llega a ascender en avanzadilla hasta la misma divisoria del puerto de Navacerrada, y aún más arriba hasta la misma cumbre de las Guarramillas, desafiando con descaro en la otra vertiente el gran reducto de oscuridad formado por los pinares de Valsaín. En la vertiente segoviana el problema adquiere especial gravedad en el entorno de la localidad de El Espinar, sobre todo alrededor de la siempre polémica urbanización de Los Ángeles de San Rafael, y en la ciudad de Segovia. El mejor mirador para contemplar este impresionante caos lumínico es la vecina cumbre de Cabeza Líjar, a 1.822 metros de altitud, desde donde están tomadas las magníficas fotografías de Jesús Pérez Pacheco que ilustran esta entrada.

Efecto de la contaminación lumínica en el piedemonte madrileño de la sierra visto desde la cumbre de Cabeza Líjar. Arriba destaca entre las nubes el resplandor de las antenas de la Bola del Mundo (fotografía de Jesús Pérez Pacheco)

          Mucho han cambiado las cosas desde que Constancio Bernaldo de Quirós, uno de aquellos primeros guadarramistas que dieron a conocer la sierra a comienzos del siglo XX, describiera en 1923 la panorámica nocturna que se divisaba entonces desde las cumbres de la Cuerda Larga en su libro La Pedriza del Real de Manzanares, sorprendiéndose del tenue fulgor de Madrid que, según la gráfica expresión que empleó para referirse al incipiente conflicto entre iluminación artificial y cielo nocturno, «clarea hoy día en las noches oscuras cuando las estrellas no le anulan»Aquellos todavía eran buenos tiempos para los cielos nocturnos del Guadarrama, cuando la oscuridad y la profundidad del firmamento aún imponían su soberanía absoluta sobre las débiles y tililantes luces de la ciudad. Hoy ocurre exactamente lo contrario y la pérdida de calidad del cielo nocturno es patente incluso en lugares considerados ideales hasta hace poco para la observación del firmamento, como es el puerto de la Morcuera, desde donde no sólo se percibe la intensa contaminación lumínica procedente de la aglomeración urbana de Madrid, sino también cómo el halo luminoso de la ciudad de Segovia ya desborda desafiante la alta mole de Peñalara.
          Pero no todo está perdido. Afortunadamente, en la sierra de Guadarrama todavía es posible recrear en parte esa visión nocturna descrita por Bernaldo de Quirós hace casi cien años, si miramos en la noche hacia el norte desde algunos lugares privilegiados de los Montes Carpetanos. Desde allí la sensación es también imponente, pero radicalmente contrapuesta a la que nos depara la contemplación del interminable mar de luces que se pierde en el horizonte mirando desde la Cuerda Larga hacia Madrid. Si en las noches sin luna echamos a volar nuestra mirada hacia la meseta de Castilla la Vieja desde las inmediaciones de la cumbre de El Nevero, podremos disfrutar de la relativa oscuridad del piedemonte segoviano cada vez más velada por las luces de los pequeños pueblos de la comarca de la Vera de la Sierra, seguida más allá de grandes extensiones oscuras bajo las que se ocultan la Tierra de Pinares, los páramos sorianos y las llanuras cerealistas burgalesas.
          La idealización de la oscuridad de la noche en nuestras montañas centrales no es un fenómeno cultural tan reciente como cabría pensar. Los cielos nocturnos del Guadarrama tuvieron fama por su esplendor en la primera mitad del siglo XX, cuando todavía no estaban velados por la contaminación lumínica y eran cantados por las mejores plumas de la literatura española contemporánea. La afición del poeta y Premio Nobel de Literatura Vicente Aleixandre a contemplar el cielo nocturno tumbado bajo las estrellas en los alrededores de la Fuente del Cura, el conocido paraje cercano a Miraflores de la Sierra, localidad donde pasaba los veranos desde 1925, quizá sirva para explicar la peculiar costumbre que tenía de llamar Sirio, el mismo nombre que recibe la estrella más brillante del firmamento, también conocida con el nombre de Canis Majoris, a todos los perros que tuvo a lo largo de su vida. En una carta escrita en Miraflores y fechada el 11 de agosto de 1940, precisamente la mejor fecha para contemplar las Perseidas, el escritor confesaba a su amigo y también poeta de la generación del 27 Gerardo Diego, la deuda que tenía su poesía con el paisaje y los imponentes cielos estrellados que podía contemplar desde este lugar:

A este tremendo paisaje le soy muy deudor. Anchura, profundidad, capacidad de ensueño: todo esto está ofreciendo esta dilatadísima tierra al poeta que en pie la mira o que sobre ella se tiende. Y yo sé cuánto hay en mi poesía de este altísimo cielo desnudo, de estas noches tremendas en las que toda la inmensa bóveda velaba sobre mi cabeza...

El poeta y Premio Nobel de Literatura Vicente Aleixandre en la Fuente del Cura, su lugar favorito para contemplar las estrellas, hacia 1965 (Asociación de Amigos de Vicente Aleixandre)
















  
          Luis Rosales, otro destacado poeta de la generación del 27, también amigo de Vicente Aleixandre, rendía homenaje así a los cielos estrellados del Guadarrama que podía contemplar durante las noches de sus veranos en Cercedilla:

                                                 Las noches de Cercedilla
                                                  las llevo en mi soledad,
                                                     y son la última linde
                                                   que yo quisiera mirar.
                                                   Quisiera morir un día
                                                      mirando este cielo,
                                              y dar mi cuerpo a esta tierra
                                              que me ha dado la libertad...

Iluminación inteligente y «paseos de cielo oscuro»
En una sociedad tan noctámbula como la española la cultura del ocio está ligada al exceso de ruido e iluminación nocturna. Los ciudadanos de este sufrido país tenemos pendiente un cambio en nuestra trastocada relación con la oscuridad de la noche, educando y reorientando nuestra sensibilidad, al menos en el medio natural, más hacia la contemplación del firmamento y la escucha sosegada de los sonidos nocturnos del entorno que para llenarla, pongamos por caso, con el resplandor y el estruendo de los conciertos al aire libre que se celebran en algunos espacios naturales, como los que organiza la Junta de Castilla y León en la sierra de Gredos a través del programa «Músicos en la Naturaleza», donde se llegan a emplear más de 140.000 watios de luz y 90.000 de sonido. Por supuesto, debe haber espacio y lugar para casi todo, pero en las noches de las sierras ibéricas no hay espectáculo estival de luz y sonido comparable al que forman en medio de la oscuridad las luces tenues y verdosas de las luciérnagas con el canto aflautado y misterioso del autillo.
          No pretendemos aquí sentar cátedra ni decirle a nadie si en los alrededores de los pueblos de la sierra de Guadarrama, muchos de ellos incluidos en la zona periférica de protección del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama, es preferible contemplar la Vía Láctea mientras se escucha el canto de los grillos y el ulular del cárabo, o lo es por el contrario alcanzar con la vista no más allá del asfalto que se pisa a la luz de unas farolas obsoletas y contaminantes que silencia el canto de las aves nocturnas, el rumor de los insectos y el croar de los anfibios; allá cada cual con sus preferencias. Pero lo que sí me atrevo a afirmar, rotundamente, es que en algunas localidades de la sierra todavía es un verdadero privilegio el poder divisar, apenas a cinco minutos del centro urbano, la silueta de las montañas recortada en el cielo a la luz de la luna o las estrellas, mientras se escuchan en directo esos sonidos que hoy día, como la mejor de las músicas, se graban en CDs y se cuelgan en la red para que los habitantes de las ciudades sepan que existe la noche, impagable labor a la que se dedica Carlos de Hita, el recolector de los sonidos de la Naturaleza ibérica.

Como las estrellas en el cielo oscuro, el tenue y tililante destello verdoso de las luciérnagas (Lampyris noctiluca) en la oscuridad es un espectáculo cada vez más difícil de contemplar durante las noches de verano en el Guadarrama 

          Para recuperar el gran patrimonio perdido de los cielos nocturnos del Guadarrama no hace falta dejar nuestros pueblos a oscuras. Basta con zonificar las áreas urbanas según sus necesidades de iluminación y su proximidad a los espacios protegidos, adoptando después sistemas inteligentes de alumbrado público que detectan la presencia de personas y vehículos para proporcionar en cada caso la intensidad de luz más adecuada y mantener el resto del tiempo el nivel mínimo de iluminación. Además, es fundamental emplear el tipo adecuado de fuentes de luz, por lo que traemos aquí algunas recomendaciones del físico Carlos Herranz Dorremochea, presidente que fue de la Asociación contra la contaminación lumínica «Cel Fosc» y uno de los más destacados divulgadores de este problema, quien insiste en la oportunidad que supone todo proyecto de mejora de la iluminación exterior pública y privada con fines de ahorro energético para recuperar la calidad del cielo nocturno en beneficio de la salud, la biodiversidad y la posibilidad de contemplación del firmamento en el ámbito rural y en los alrededores de los espacios naturales protegidos. La descontaminación lumínica del entorno, según asegura, sólo será posible bajo tres criterios básicos: no emitir luz por encima del plano horizontal, no sobreiluminar el suelo, y evitar la luz blanca con el empleo de una temperatura de color inferior a 3.000 grados Kelvin. Estas medidas deben ser complementadas con la aprobación de ordenanzas municipales de alumbrado exterior cuyo objetivo sea conseguir una iluminación eficiente, sostenible y respetuosa con un entorno tan frágil como el de la sierra de Guadarrama.

Distintos criterios de iluminación en los pueblos serranos más pequeños de la Comunidad de Madrid: una farola en Madarcos bien orientada pero emitiendo luz blanca muy contaminante; al fondo, el pequeño pero intenso resplandor de Piñuecar, procedente de obsoletas farolas en forma de globo que dispersan casi toda la luz a la atmósfera 

          Al aceptar la propuesta que se me hizo hace algo más de un año para asumir las competencias de Medio Ambiente y Urbanismo en el Ayuntamiento de Miraflores de la Sierra, uno se ha embarcado en la muy arriesgada aunque ilusionante aventura que supone todo empeño de cambiar las cosas en cuestiones de política ambiental. Por ello, en un intento de sincronizar la labor municipal con esta poderosa corriente en defensa del cielo nocturno que se abre paso en los países más avanzados, y esgrimiendo un argumento de tanto peso como es la inclusión de gran parte de los términos municipales de nuestros pueblos en el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama y/o en su zona periférica de protección, propongo aquí la creación de espacios públicos destinados a la contemplación del cielo nocturno, que se van haciendo cada vez más necesarios para una educación ambiental orientada a valorar la oscuridad y a fomentar un turismo especializado en la observación astronómica. Este tipo de iniciativa se ha impulsado con mucho éxito en otros países europeos, como es el caso del Proyecto Nightflight en la localidad austríaca de Grossmugl, a 35 kilómetros al norte de la ciudad de Viena, donde en mayo de 2014 se habilitó un paseo de algo más de un kilómetro de longitud situado en las inmediaciones del centro urbano para la contemplación del cielo nocturno. El proyecto ha merecido la atención y los elogios de numerosos medios de comunicación especializados en todo el mundo, como Ski & Telescope, una de las más prestigiosas revistas internacionales de astronomía amateur.

Plano del paseo para la contemplación de las estrellas instaurado a través del proyecto Nightflight en la localidad austriaca de Grossmugl, a 35 kilómetros al norte de Viena (Ski & Telescope)











Miles de aficionados participan cada año en las visitas guiadas que recorren el paseo creado en Grossmugl (Austria) para la contemplación del cielo nocturno

          Estos espacios urbanos o periurbanos para la contemplación de la noche, que queremos reivindicar aquí con la denominación de «paseos de cielo oscuro», se pueden crear fácilmente diseñándolos de nueva planta o adaptando viales o caminos ya existentes, con los únicos requisitos de estar emplazados en lugares idóneos para contemplar el firmamento y carecer de iluminación artificial o, como mínimo, contar con un sistema de alumbrado «inteligente». Su creación es urgente no sólo por razones evidentes de educación ambiental, sino también para descargar de la desmesurada presión que están sufriendo los puertos y algunas cumbres de la sierra procedente del turismo astronómico. La concejalía de Medio Ambiente y Urbanismo del Ayuntamiento de Miraflores de la Sierra va a impulsar en breve la creación del primer espacio urbano concebido con estos criterios en el entorno inmediato del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama, aprovechando el Paseo de la Fuente del Cura que transcurre por los mismos parajes en los que el Premio Nobel de Literatura Vicente Aleixandre se extasiaba con la contemplación de las estrellas. 

Iniciando el debate: las Jornadas sobre Contaminación Lumínica en el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama
Es necesario abrir un debate serio y continuado sobre el problema de la contaminación lumínica en la sierra de Guadarrama. Por ello, la Concejalía de Medio Ambiente y Urbanismo del Ayuntamiento de Miraflores de la Sierra ha organizado, en colaboración con el Departamento de Astrofísica de la Universidad Complutense de Madrid y la dirección del Parque Nacional, las I Jornadas sobre Contaminación Lumínica en el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama, que se celebrarán el próximo 4 de junio en La Cristalera. 
          En este importante acto participarán cinco de los más acreditados expertos del país sobre contaminación lumínica y los distintos problemas que plantea: María Ángeles Rol de Lama, profesora de Fisiología de la Universidad de Murcia, hablará de la incidencia de la contaminación lumínica en la salud humana; Joaquín Baixeras Almela, profesor de Zoología de la Universidad de Valencia, lo hará sobre los efectos de la contaminación lumínica en la biodiversidad; Josep María Ollé Martorell, profesor de Luminotecnia de la Universitat Rovira i Virgili de Tarragona, nos desvelará las claves para iluminar las poblaciones en el entorno de los espacios naturales protegidos; y por último, Jaime Zamorano Calvo, profesor de Astrofísica en la Universidad Complutense de Madrid, dedicará su intervención a hablar sobre la monitorización de la contaminación lumínica, con la idea de implantar una red de estaciones de medición que permita hacer un seguimiento de su evolución en el entorno de la sierra de Guadarrama, cuestión que hoy viene muy al caso tras la reciente presentación del Proyecto GuMNet. Con vistas a la futura sustitución de nuestro obsoleto sistema de iluminación actual por otro inteligente que nos ayude a reducir de forma drástica las emisiones de luz a la atmósfera, en Miraflores de la Sierra acabamos de instalar dos pequeñas estaciones medidoras de contaminación lumínica, cuyos datos se transmiten vía Internet y se monitorizan en el Departamento de Astrofísica y Ciencias de la Atmósfera de la UCM, centro de investigación comprometido desde hace muchos años en la defensa del cielo oscuro. La Jornada concluirá con un recorrido nocturno por los mismos lugares en los que Vicente Aleixandre se recreaba con la contemplación de las estrellas, a lo largo del cual apagaremos durante unas horas la iluminación del tramo urbano de la carretera de Rascafría y se explicará el mapa del firmamento con la ayuda de varios telescopios instalados a lo largo del itinerario y de las explicaciones del astrónomo Jesús Gallego Maestro, profesor del Departamento de Astrofísica de la UCM.  
                    

          La recuperación de los cielos nocturnos del Guadarrama es un reto ineludible y apasionante para el futuro, porque los habitantes de la región central de la península Ibérica no podemos resignarnos a perder la visión de los planetas, las estrellas y la constelación de la Vía Láctea en un firmamento oscuro, rasgado por el paso fugaz de los cometas o velado simplemente por la luz de la luna llena. Es éste nuestro paisaje más excelso y primordial, el que nos permite buscar los orígenes de la propia existencia y nos obliga a asumir nuestra insignificancia frente a la inmensidad del espacio, lo inabarcable del tiempo y lo abrumador de las infinitas formas de la materia y la energía. Un patrimonio de tal magnitud que sólo puede ser apenas vislumbrado a través de la poesía, como nos hace sentir con hondura el cantautor universal Silvio Rodríguez al abrir nuestro corazón a Casiopea en una de sus canciones más hermosas y enigmáticas.


8 comentarios:

Rafa R dijo...

Por desgracia para quienes le tenemos tanto cariño a la Sierra de Guadarrama, si queremos ver cielos nocturnos "limpios" de contaminación lumínica debemos dirigir nuestra observación hacia la Sierra de Ayllón, aun sin ser devorada por el ladrillo (y que así siga muchos años). Y no hablemos ya de la contaminación acústica, por el tráfico aéreo sobre el P.N.; aunque esto es ya otro tema. Y lo peor de todo es que me temo que los consistorios implicados no están por la labor de reducir las emisiones nocturnas de luz artificial. Un oscuro saludo. Rafa R.

Anónimo dijo...

Sólo una nota sobre tu anterior artículo. Enrique de la Vega y Herreros nació en Madrid el día 30 de Abril de 1877. Para ser exactos, a las nueve y media de la noche. Su nombre completo: Enrique Amador. Un saludo. Antolín.

Julio Vias dijo...

Muchas gracias por el dato, Antolín, y un saludo cordial.

Tamarón dijo...

Muchas gracias, Julio, por tu información, tan oportuna como interesante, y también por tu empeño en luchar contra la Insobornable (pero bien sobornada) Contemporaneidad. Un abrazo de Santiago Tamarón

Anónimo dijo...

De nada, Julio. Tienes su partida de nacimiento en el Archivo Histórico Nacional. Allí hay dos carpetas de Enrique de la Vega, una con su título de Bachiller en el I. Cardenal Cisneros de Madrid y otra con el expediente completo de su carrera de Derecho en la Universidad Central de Madrid. Sus notas no son para tirar voladores. Un saludo cordial. Antolín.

Anónimo dijo...

Hola, hace años que se han ido sustituyendo las farolas de la ciudad de Madrid por otras que contaminan la mitad, sólo luz en la mitad inferior del globo, y desde 2014 más de la mitad de las farolas cambiadas a luz led y sólamente iluminando el suelo. Esto es mucha menos contaminación lumínica que la que había con los globos completos de luz de los años noventa. Lo real es que a pesar de todo a cualquiera le gusta que el medio ambiente no se siga degradan y las cosas poco a poco mejoran. Es mejor un optimismo realista que el pensar en la parte negativa de las cosas.

Julio Vias dijo...

Respuesta al comentario anónimo del 17 de octubre de 2016:

Es cierto que en Madrid se van sustituyendo luminarias por otras más eficientes desde el punto de vista energético, pero todavía no tengo evidencia de una apuesta clara y decidida del Ayuntamiento para luchar contra la contaminación lumínica.
Pienso que hay que ser moderadamente optimistas en todo lo que se refiere al medio ambiente de la ciudad, vista la nueva política municipal que nada tiene que ver con la de la anterior legislatura. Pero no por ello hay que dejar de denunciar que Madrid sigue siendo la ciudad más agresiva de toda Europa con el cielo nocturno...

Julio Vias dijo...

Un año después de las I Jornadas sobre Contaminación Lumínica en el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama hemos celebrado las segundas
http://www.mirafloresdelasierra.es/images/pdf/contaminacionluminica2017N.pdf