miércoles, 28 de agosto de 2013

NIEVE A FINALES DE AGOSTO

Arde el cielo en llamas,
fulgen los neveros; 
cruzan las retamas
trochas de cabreros...
            
Enrique de Mesa
"Elegía de abril". El silencio de la Cartuja (1916)

Aunque la fotografía que encabeza la página principal de esta bitácora pueda dar lugar a pensar lo contrario, debo reconocer aquí que los paisajes nevados no gozan de mi especial predilección. En general, pienso que la nieve cubriéndolo todo crea escenarios que abruman al contemplador y excluyen cualquier matiz en el paisaje, por lo que la moderación es mi pauta estética en lo que atañe a este meteoro. En consecuencia, de la nieve como elemento paisajístico en la Sierra de Guadarrama prefiero la sencilla visión de los neveros o ventisqueros, esos fugaces retazos blancos y brillantes que deja al retirarse el larguísimo invierno de las cumbres. Y esta preferencia se apoya no sólo en razones estéticas, sino también en cuestiones todavía más intangibles, ya que los neveros de la sierra realzan en nuestro subconsciente el valor de lo perecedero y lo escaso, que no otra cosa es la nieve en la alta montaña mediterránea.
          Así pienso desde que un día de agosto, a comienzos de los años sesenta del siglo pasado, con apenas cinco o seis años de edad, me subieron por primera vez al puerto de la Morcuera y descubrí brillando al sol el gran nevero de Hoyoclaveles, al pie del macizo de Peñalara. Desde entonces, esas pinceladas de blancura deslumbrante que forman el efímero pero efectista decorado de las cumbres de la sierra a inicios y mediados del verano, me parecieron, como todo lo fugaz en la Naturaleza, algo enigmático y misterioso, al igual que me siguen pareciendo hoy, pongo por ejemplo, las luciérnagas o "gusanos de luz" (Lampyris noctiluca), que por la misma época, avanzado el mes de julio, iluminan tenuemente durante unos pocos días los zarzales que cubren las tapias de los valles, para desvanecerse enseguida sin dejar rastro. Lo desmesuradamente grande y lo diminutamente pequeño tienen a menudo el mismo significado en nuestra percepción del paisaje.       
          Se puede decir que los neveros del Guadarrama, como todos los de las altas montañas ibéricas, son realmente caprichosos. Lo normal en los últimos cuarenta años es que no perduren más allá de la primera semana del mes de julio, aunque en años cálidos y de pocas precipitaciones desaparecen completamente antes del solsticio de verano. Por ello, es extraordinario lo que ha ocurrido este año 2013, en el que algunos ventisqueros de la sierra van a persistir hasta bien entrado septiembre, como era lo habitual antaño y que hoy es un fenómeno que sólo podemos explicar como una excepción que confirma la regla que está marcando el ritmo del incuestionable proceso de calentamiento del clima en todo el planeta.

Extraordinaria profusión de neveros en el macizo de Peñalara a comienzos de este verano (21 de junio de 2013)

          Y la prueba de ello es que, hace más de dos siglos, en las postrimerías del período climático frío que los paleoclimatólogos denominan Pequeña Edad del Hielo, los ventisqueros de Peñalara eran permanentes y no llegaban a desaparecer durante el verano, según se deduce inequívocamente de unos versos de Nicolás Fernández de Moratín que encontramos en su obra La Diana o arte de la caza (1765), en los que nos describió el paisaje de la laguna Grande rodeada entonces por pequeños restos de antiguas nieves perpetuas:

Reviértese, formando gran laguna
de agua dulce, y de allí como en tramoya
a probar de otros ríos la fortuna
baxa precipitándose el Lozoya
y botalete es ya petrificada
la nieve de mil siglos congelada...
          
          Son cientos los lugares de la sierra donde se forman neveros más o menos persistentes. Los más nutridos y tenaces se incrustan en la cabecera del valle de Lozoya, al pie de las cumbres de Peñalara, Cabezas de Hierro, Valdemartín y la Cuerda Larga. Otros muchos se forman y se mantienen durante meses a lo largo de ambas vertientes de los Montes Carpetanos, como los de La Chorranca, El Artiñuelo, El Nevero, Peñacabra, Los Pelados, Regajo Alto y Regajo Capón. Grandes manchones de nieve salpican igualmente, a finales de la primavera, las cabeceras de los valles del río Moros y Valsaín, ribeteando de blanco las sombrías faldas de la Mujer Muerta, Montón de Trigo, Cerro Minguete, las Guarramillas y Peña Citores.   
          La formación, el emplazamiento y el grado de persistencia de estos neveros me parecen cuestiones verdaderamente apasionantes, y no sólo desde el punto de vista estrictamente geográfico, sino también por su interés histórico, ya que durante siglos los habitantes de la sierra de Guadarrama conocieron a la perfección los lugares de las cumbres donde se amontona la nieve en mayores cantidades y procuraron siempre favorecer su acumulación por medio de sencillas obras de mampostería, como muros de contención y pozos de nieve. El "valor de lo escaso", esa idea a la que me he referido más arriba aplicada a lo estético y a lo paisajístico, convirtió también a la nieve del Guadarrama en un producto de primera necesidad por el que se pagaba mucho dinero en el Madrid de los siglos XVII y XVIII.
          Pero volviendo al asunto que nos ocupa, la formación, el emplazamiento y la persistencia de los ventisqueros de la sierra depende de sutiles factores climáticos, meteorológicos y topográficos muy similares a los que condicionaron la formación de los glaciares de Peñalara, los Montes Carpetanos y la Cuerda Larga durante el Pleistoceno, condiciones que siguen dando lugar a procesos que en cada lugar concreto se vienen repitiendo desde hace miles de años.

Una magnífica orla de grandes neveros decoraba las alturas del pico del Nevero y Peñacabra, en los Montes Carpetanos, a finales de la pasada primavera (6 de junio de 2013)

         En las vertientes abiertas hacia el mediodía y situadas por ello a solana y sotavento, los ventisqueros buscan las umbrías en la medida de lo posible y se orientan casi sin excepción al este o al sureste, como los de la Condesa y del Ratón, en la Cuerda Larga. En estas vertientes, las más grandes acumulaciones de nieve suelen formarse a menor altitud que en las laderas septentrionales, a causa precisamente de la especial topografía de la sierra, que configura vertientes meridionales y orientales mucho más cortadas y abruptas, lo que permite a las masas de nieve encajarse profundamente al pie de las altas escarpaduras entre las grietas y fracturas rocosas. En las vertientes norte, situadas a barlovento y con temperaturas medias más bajas, aunque con un relieve mucho más suave, los ventisqueros no tienen tantas exigencias y admiten mayor variedad de orientaciones, sobre todo en exposiciones norte y nordeste, como el gran ventisquero del Algodón, en las altas laderas septentrionales de la Cuerda Larga. Por su parte, en las laderas abiertas a poniente, es decir a solana y a barlovento, como son las vertientes segovianas de Peñalara, los ventisqueros no son tan permanentes como los situados al otro lado de la divisoria, en las mucho más abruptas vertientes orientales que se abren hacia el valle de Lozoya, orientadas a umbría, situadas a sotavento y por ello mucho más favorecidas en lo que se refiere a la permanencia de la nieve en sus alturas, que se incrusta tenazmente entre los escarpados contrafuertes de las cumbres de Peñalara y del risco de los Claveles, formando acumulaciones de más de seis metros de espesor que algunos años perduran hasta bien avanzado el verano. 
          El aspecto y la duración de los neveros son muy variables, y dependen de la altitud, del relieve, de la orientación y de las particulares condiciones meteorológicas de cada año. Los hay para todos los gustos y de todas las formas posibles: alargadas, redondeadas, acorazonadas, triangulares, en forma de zigzag, de contornos irregulares o extrañamente simétricos, formas todas ellas que van variando a medida que van fundiéndose y menguando de tamaño. Y en cuanto a su persistencia, desde los que desaparecen ya a finales de mayo, hasta los que en algunos años, ya excepcionales, pueden persistir hasta finales de julio, como el que se forma en la cabecera del arroyo de Hoyoclaveles, a poco más de un kilómetro al norte de la laguna de los Pájaros y al pie del puerto del Nevero, al que dio nombre. 
          En este año 2013, estas últimas consideraciones sobre la persistencia de los neveros, extraídas de mi libro La Sierra de Guadarrama: biografía de un paisaje, han quedado completamente desautorizadas por unas condiciones meteorológicas inusuales, pródigas en precipitaciones y en temperaturas medias por debajo de lo normal. Hacía muchísimos años que no se acumulaba tanta nieve ni de forma tan regular, constante y permanente en las cumbres y las altas laderas de la sierra. El 21 de junio, fecha del solsticio de verano, el macizo de Peñalara lucía un aspecto espectacular, con más nieve que la que suele tener en abril en años normales, como se puede ver en una de las fotografías que incluyo más arriba. Por esas mismas fechas, las altas vertientes meridionales de Peñacabra y el pico del Nevero lucían una magnífica orla de nieve, muy superior en extensión y en espesor a la de otros años. La Cuerda Larga ofrecía un aspecto parecido, salpicada de grandes neveros desde la Maliciosa hasta la cumbre de Asómate de Hoyos. El ventisquero de la Condesa, el más conocido y visible para los habitantes de Madrid, ha perdurado este año prácticamente hasta la primera semana de agosto, cuando lo habitual en años de meteorología normal es que no aguante más allá de la primera semana del mes de julio.

El ventisquero de la Condesa a finales de primavera en un año de meteorología normal (junio de 2000)

         El 22 de julio subí al ventisquero del Ratón, situado a poco más de 2.000 metros de altitud y el más oriental de los que se localizan en la Cuerda Larga, para observar y fotografiar la diminuta mancha blanca a punto de desaparecer que apenas se distinguía ya desde el piedemonte meridional de la sierra. En los últimos treinta años no recuerdo haberlo visto con nieve a estas alturas del verano, aunque eso era lo habitual hasta la década de 1950. Por documentos históricos del siglo XVII sabemos que de este ventisquero se sacaba nieve en fechas todavía más avanzadas, en los tiempos de la Pequeña Edad del Hielo, a la que antes me he referido. Siempre me ha impresionado hasta la emoción este hermosísimo y apartado lugar, pero este año lo ha hecho más que nunca. La "diminuta" mancha de nieve aparecía esplendorosa bajo las primeras luces de la mañana, destacando entre los tonos ya apagados de los piornales circundantes tras su floración. Medía alrededor de treinta metros de longitud por unos cinco o seis de anchura, y tenía aproximadamente un metro de espesor en el centro. Al pie del nevero, inmutables desde hace cuatro siglos, el tosco muro de piedras levantado para facilitar la acumulación de nieve, y los restos de un gran chozo cuadrangular en donde dormían los guardas a sueldo del duque del Infantado, propietario del ventisquero, que se relevaban para vigilarlo e impedir los robos de nieve, según consta en documentos del siglo XVIII que pude consultar hace años en el Archivo Histórico Nacional.
         Al otro lado de la divisoria, en la vertiente septentrional de la cumbre de Asómate de Hoyos, el cercano ventisquero del Algodón se vislumbraba como una simple mota blanca en el paisaje, a punto de desaparecer también bajo el sol inclemente del mes de julio.

El ventisquero del Ratón, en la Cuerda Larga, una semana antes de su desaparición (22 de julio de 2013)
El ventisquero del Algodón, en la Cuerda Larga, se mostraba como una simple mota blanca en el paisaje pocos días antes de desaparecer (22 de julio de 2013)

          El 3 de agosto, el ventisquero del pico del Nevero, situado a unos 2.150 metros de altitud en el cordal de los Montes Carpetanos, ocupaba una superficie de más de trescientos metros de perímetro y cubría casi completamente el muro de piedras levantado hace siglos en su parte inferior. Por la altura de la oquedad formada por la escorrentía de las aguas de fusión de la nieve, que alimentan el caudal del arroyo del Hornillo, calculé que su espesor podía ser superior a los dos metros en su parte central.

El ventisquero del pico de El Nevero, en los Montes Carpetanos, visto desde abajo (3 de agosto de 2013)
El ventisquero del pico de El Nevero visto desde arriba. Al fondo el embalse de Pinilla (3 de agosto de 2013)
Neveros a punto de desaparecer en la vertiente nororiental de Peñacabra, vistos desde las inmediaciones del pico del Nevero (3 de agosto de 2013)

          Los ventisqueros que se forman en el macizo de Peñalara y en sus inmediaciones siempre han sido más persistentes que los de la Cuerda Larga y los Montes Carpetanos, y este año no ha sido una excepción. El 17 de agosto, el gran nevero de Hoyoclaveles medía más de 150 metros de longitud por unos 35 de anchura, y a ojo de buen cubero podía tener todavía cerca de tres metros de espesor en su centro. A la luz de la luna creciente de aquella noche, pasada al mismo pie del ventisquero, la gran superficie helada ofrecía un espectáculo verdaderamente fascinante, resplandeciendo bajo el afilado y negro perfil del risco de los Claveles. De este nevero, el más grande y persistente de toda la sierra, se sacaba la nieve que abastecía al Real Sitio de San Ildefonso y todavía es posible reconocer parte del trazado del viejo camino carretero que lo comunicaba con el cercano puerto del Nevero o de Quebrantaherraduras. En un importante estudio geomorfológico realizado en la zona y publicado en 1959 por el geógrafo alemán Otto Fränzle, se destacaba que la superficie de este gran ventisquero, de característica forma horizontal y alargada, solía ocupar varios miles de metros cuadrados en fechas tan avanzadas como mediados de agosto. Actualmente, en cambio, desaparece casi todos los años apenas iniciado el verano, circunstancia que hará de este año 2013 una efeméride a recordar en el futuro por haber perdurado sus nieves, las últimas del Guadarrama, casi hasta comienzos de otoño, al igual que cuando lo descubrí con asombro infantil desde lo más alto del puerto de la Morcuera, hace ya medio siglo. 
          En estos días, al igual que entonces y desde el mismo lugar, observo emocionado la cada vez más pequeña mancha de nieve con la ayuda de unos prismáticos, para elegir el momento de volver a subir hasta ella y dar fe de su completa desaparición, que con toda probabilidad tendrá lugar hacia mediados de septiembre. Teniendo en cuenta que las primeras nevadas de la temporada invernal suelen caer en las cumbres del Guadarrama a mediados de octubre, este año casi se va llegar a producir, por muy poco, el fenómeno de la unión de las nieves de un año con las del siguiente, como ocurría con frecuencia antaño, según recuerdan algunos ancianos de los pueblos de la sierra más vinculados con la antigua explotación de los ventisqueros, como La Granja, Rascafría, Navacerrada, Lozoya y Navafría.

Nevero incrustado en los escarpados contrafuertes nororientales del risco de los Claveles (18 de agosto de 2013)
Oquedad formada por la fusión del nevero del risco de los Claveles (18 de agosto de 2013)
El nevero de Hoyoclaveles (18 de agosto de 2013)      

          Cualquiera diría que Peñalara, como cumbre más alta y simbólica de la sierra, se ha vestido este año con sus mejores galas de nieve para celebrar la declaración del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama. Y puestos a imaginar, se me ocurre pensar si la montaña lo habrá hecho porque alcanza a ver mucho más lejos que nosotros desde las alturas de su cima, y quiera así darnos una lección de optimismo a los que nos mostramos sumamente escépticos sobre las perspectivas de conservación que se vislumbran para el nuevo y emblemático espacio protegido. En todo caso, volver a contemplar, tras cincuenta años, los neveros de la sierra a finales de verano ha sido un regalo inesperado e inolvidable, casi como un milagro, pues es muy posible que nunca más volvamos a disfrutarlo en lo que nos queda de vida, a no ser que los hados del Guadarrama vuelvan disponer de forma providencial y sorprendente lo contrario. Ojalá fuera así.
      

12 comentarios:

Carlos de Hita dijo...

Un buen símbolo para la conservación de la sierra, hermano: los neveros que se resisten a fundirse. Y como ellos, nosotros también esperamos a que vuelva a nevar.

Jorge Caneda dijo...

Yo también he estado disfrutando la vista de los neveros y apreciando el cambio climático este verano. Por un lado la cosa estética, esas motas que dan un toque de contraste y meten un poco de invierno en el verano. Por otro una sensación de riqueza que viene del agua, una frescura. Y el río Manzanares mas cantarín este año, aún a principios de Agosto. Regresé a Nueva York el día 5.
Gracias por darme la vista de cerca.

Julio Vias dijo...

Tú sabes mucho de neveros, Carlos. Por ello, remito a todo aquel que esté intersado en este precioso tema a que vea y escuche el magnífico audiovisual que hiciste para la exposición permanente sobre la nieve en el Pozo de la Nieve de La Granja.

Julio Vias dijo...

Jorge, qué pena no haber coincidido! En Nueva York nieva muy copiosamente, pero por desgracia no se forman neveros que duren hasta agosto, así que te emplazo para que en el próximo verano nos acerquemos al ventisquero de la Condesa, donde nace el Manzanares...
Un abrazo

Anónimo dijo...

Muchas Gracias por tu pequeño ensayo sobre los neveros del Guadarrama como siempre he aprendido algo más sobre nuestras montañas. Te puedo decir que acabo de la costa norte de Lisboa (Peniche) siguiendo el Sistema Central hasta el Oceno; desde Miraflores en Bicicleta y te puedo decir que cada vez me sorprende más la belleza del Guadarrama, a pesar de lo maltratada que está. Bueno te dejo un video de esquí de travesía donde puedes vernos deslizarnos por la Canal de la Vejiga y la ladera noroeste de la Najarra.

http://www.youtube.com/watch?v=aXAb8ZR9s0I

Espero que te guste, por lo menos se ve la canal como nunca la había visto y los paredones de la Umbria me recuerda al Ameal de Pablo y Risco Moreno del Circo de Gredos. No sé si disfrutaremos un invierno similar en nuestras vidas..... Saludos. Félix

Kike Ribas dijo...

Aunque resulte un tanto irreverente para un artículo tan profundo e interesante, decir que el 22 de junio pudimos esquiar más de 350 metros de desnivel en el tubo que llamamos Ruau, que es el que baja desde el collado de Peñalara, justo donde comienza el cresterio de Claveles, se esquiaba hasta las lagunillas. El 2 de agosto se esquío lo que quedaba de ese nevero (unos 100 metros de desnivel). Aunque anecdótico, da una idea de la excepcional y duradera temporada de nieve 12/13.

la esquiada de agosto: http://www.nevasport.com/nivis/art/39658/Esqui-de-agosto-en-Guadarrama/

Muchas gracias por el magnífico artículo

Algane dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Algane dijo...

Espectacular artículo que me pone la carne de gallina, estoy deseando tener en mis manos tu libro para seguir aprendiendo, y no sé si será posible leer la tesis de Otto, para ver cómo era este nevero donde pasaste la noche, y que yo le tenía nombrado como "nevero escondido" por el tiempo que tardé en encontrarlo: siempre llegaba a la laguna de los Pájaros y no podía acceder a él porque me perdía...

En este extraño invierno, y meses siguientes propicios, hemos asistido a estas imágenes históricas, quizá irrepetibles como bien dices, que estamos grabando en nuestra memoria, y mientras se funden y nos regalan su agua pura, Vivan los neveros guadarramensis!!

Saludos.

toño dijo...

Hemos estado en Picos de Europa y hemos podido comprobar de primera mano la cantidad de neveros, ventisqueros y demás trozos de nieve que persisten y mantienen su volumen a pesar de la temperatura diurna que les acosa,no es frecuente cruzar largos neveros a finales de agosto para subir el más alto de Cantabria, el Peña Vieja.
Como siempre es un placer leer tus relatos en tus cuadernos de campo de la Sierra de Guadarrama-
Un saludo desde Penandomontes.

Julio Vias dijo...

Desde luego, el nevero de Hoyoclaveles está muy escondido y el paraje es muy poco conocido, pero éste es uno de sus principales atractivos. Ojalá siga así durante mucho tiempo...

Julio Vias dijo...

Toño, allí sí que es seguro que se van a unir este otoño las nieves del pasado invierno con las del que se nos viene encima, que espero que sea tan pródigo en nieves como el de 2012-2013. En los Picos de Europa y en Gredos es bastante habitual que ocurra así. En Sierra Nevada hay incluso restos de hielo fósil que resisten desde la llamada "Pequeña Edad del Hielo".

Antonio dijo...

Buenas Tardes, este es un comentario para Julio o Carlos de Hita, o para cualquiera que crea conocer lo siguiente:

Respecto del nevero de Peña Citores me gustaría saber si tenéis noticia de que fuera explotado históricamente, pues existen caminos y sendas tradicionales que desde Valsaín suben a esa cumbre por Navalasviudas y Majalgrillo y he oído que es posible que fuera beneficiado en el pasado. En la cartografía del siglo XIX y principios del XX no hay caminos a Peña Citores desde Cotos. Julio de Toledo, en su "Toponimia de Valsaín" (Farinelli, 2017) cita muchos ventisqueros, pero no a este, o, al menos, con ese nombre ¿tenía otro? Gracias y enhorabuena por este blog.