miércoles, 27 de julio de 2016

RECUPERANDO LA TRADICIÓN TEXTIL EN LA SIERRA DE GUADARRAMA

En estas páginas que venimos publicando de cuando en cuando en nuestra bitácora, a través de las cuales pretendemos rescatar la memoria de los viejos oficios y usos tradicionales practicados por el hombre en la sierra de Guadarrama, las mujeres no podían dejar de estar presentes. En la antigua sociedad de los pueblos serranos su primordial cometido estaba destinado al mantenimiento y cuidado de la casa, al ordeño del ganado y a pequeñas labores agrícolas y ganaderas de carácter estacional. Hubo sin embargo algunos quehaceres, especialmente aquellos relacionados con la sencilla industria textil de ciertas localidades de la sierra, que llegaron a adquirir la condición de verdaderos oficios exclusivos del género femenino, aunque no menos ingratos y extenuantes que los que realizaban los hombres en el monte. Pondremos como ejemplo el de espadar el lino, un durísimo trabajo que se llevaba a cabo en lo más crudo del invierno y por el que muchas mujeres enfermaban gravemente a causa del frío y de la inhalación continuada de la pelusilla desprendida al golpear con la espadilla las cañas de lino para obtener el lienzo, el tejido con el que se elaboraban sábanas, camisas, mantelerías y otras ropas finas. Con la incipiente industrialización que tuvo lugar en algunas localidades serranas entre los siglos XIX y XX, estas ocupaciones dejaron de ser estacionales para hacerse fijas, como ocurrió en Miraflores de Sierra tras el establecimiento de la Fábrica de Pasamanería de los Hijos de Ángel Rodríguez, una industria que daba trabajo a unas sesenta personas, casi todas mujeres. Esta fábrica, que contaba con los más modernos telares mecánicos de la época, constituyó hasta su lamentable derribo en los años noventa del siglo pasado una interesante muestra de arquitectura industrial digna de haber sido conservada y rehabilitada como espacio cultural.

Ana María Martín y Elena Goded (a la izquierda) ante las ruinas de la abadía de Santa María de la Sierra, acompañadas por otras integrantes del equipo de Ábbatte (fotografía de Javier Sánchez)

viernes, 15 de julio de 2016

LAS CARRERAS DE MONTAÑA EN LA SIERRA DE GUADARRAMA

Uno de los más notables fenómenos sociales de los últimos años en el mundo de deporte ha sido la eclosión del running, una variante modernizada y adaptada al mercado actual de lo que no hace tantos años se denominaba footing, o lo que en román paladino se llama simplemente «correr». En muy poco tiempo ha sido abrumadora la proliferación de las clásicas carreras populares que transcurren por las principales avenidas de las más importantes ciudades del mundo, ya sean maratones, medias maratones o millas urbanas, llegándose a concentrar en algunas de ellas cantidades desorbitadas de corredores. También se ha puesto de moda correr en muchedumbre por las laderas del Mont Blanc donde se congregan unos siete mil corredores y más de treinta mil espectadores en el Ultra Trail que se celebra allí todos los años, a través del desierto del Sahara, en las selvas de Costa Rica, por la tundra de Alaska, sobre la Gran Muralla china, o incluso echando los bofes cuesta arriba por las escaleras de algunos grandes rascacielos, como el Empire State Building. Y es que cuanto más renombrados, mediáticos, remotos, sorprendentes e inaccesibles sean los escenarios de las carreras más demanda hay para correr en ellas y más beneficios reportan a los organizadores con la venta de dorsales. Por decirlo de otra forma, y ya que hablamos de correr, las empresas relacionadas con el running sí que corren que se las pelan en pos de este apetitoso pastel, y la que no corre vuela en la creación de nuevos y cada vez más sofisticados productos que permitan ampliar su cuota de mercado. Un buen ejemplo de ello es la última moda que han implantado los técnicos en marketing de este deporte: nada menos que correr hacia atrás, lo que en inglés se denomina reverse running. Al imaginar a los corredores de esta modalidad deportiva en pleno esfuerzo, con el cuello girado hacia la espalda y el rostro congestionado por la falta de aire, surge inevitable la pregunta sobre cuál será la próxima genialidad que se sacarán de la manga los que manejan la mercadotecnia del running en su empeño de ganar adeptos para este deporte convertido casi en religión.
          La organización de estas carreras populares suele correr por cuenta de empresas privadas, sociedades y federaciones deportivas, ayuntamientos, franquicias e incluso organizaciones no gubernamentales de carácter solidario, y están patrocinadas casi siempre por conocidas marcas comerciales. A su alrededor se mueve todo un entramado de empresas, unas dedicadas a la fabricación y venta de ropa, calzado y alimentación especializada para runners, y otras a la organización de las competiciones y los viajes asociados a ellas, al entrenamiento físico, al marketing... El negocio mueve en España muchos cientos de millones de euros anuales, cifra que se va incrementando anualmente a medida que crece el número de aficionados.

Elegir los escenarios más renombrados y simbólicos es una de las claves para el éxito en el negocio del running. En la foto, dos corredores en el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama con el fondo del macizo de Peñalara